domingo, 16 de abril de 2023

EL NOMBRE DE MARISELA EN LA DIVERSIDAD MUSICAL Por Alexander Lugo

 



 

El “Juego de Marisela” se escenifica en “los velorios de cruz”; en su interpretación musical lo titulan: Golpe de Marisela (Tono de juguete). El cantor portugueseño Vidal Colmenares, dejó testimonio grabado con Los Cabestreros de Guanarito, en el Centro de la Diversidad Cultural de Caracas, año 2010. En ella apreciamos, que se ejecuta con bandola llanera, cuatro, bajo y maracas. Cantada a dos voces, en estilo de contrapunteo (Vidal Colmenares y Luis Camacho).

Está ejecutado en ritmo de Galerón llanero y en tonalidad mayor (Re), la forma de la Porfía es de Canto trasverso, -a excepción de la estrofa de inicio- también denominado ‘canto coleado’ por retruécano, que consiste en que los dos versos finales del proponente los repite el otro cantante en forma invertida:

Voz 1: Marisela se perdió la madre la anda buscando / quién ha visto a Marisela, en los Fandangos bailando

Voz 2: Por aquella loma arriba yo la vide que venía / y el que no baile con ella tiene la prenda perdía.

Voz 1: Tiene la prenda perdía el que no baile con ella / yo no bailo ni que tenga en el cuerpo una botella.

Voz 2: En el cuerpo una botella yo no bailo ni que tenga / ninguno me obliga a hacer, lo que a mí no me convenga…

           

 La marisela como forma musical estructurada dentro de la revuelta del joropo central o “tuyero”, ha inspirado obras musicales en otros ámbitos y estilos. Tenemos el caso del compositor Sebastián Díaz Peña nacido en Puerto Cabello en 1844, uno de los grandes músicos de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX.  El 14 de septiembre de 1877 se publica en el periódico ‘La Opinión Nacional’, su afamada composición para piano “La Maricela” (sic), “calcada sobre motivos de aires nacionales”, como anuncia la reseña de prensa del citado medio. Para el musicólogo José Peñín, fue la primera vez que un compositor académico, tomando como referencia la música de tradición oral, compone “una de las obras de mayor virtuosismo en la literatura nacional para piano”[1].

 

El Joropo Central es propio de los estados Miranda, Aragua, Distrito Capital y partes de Carabobo y Guárico en Venezuela, podemos considerarlo como “el más singular dada su gran elaboración y particularidad tímbrica. En su ejecución, una persona hace de arpista, mientras otra canta y toca las maracas”. Veamos una definición de la Revuelta, que nos sirva para rastrear nuestra marisela:

Una forma distintiva del joropo central es la revuelta, pieza que usualmente inicia el baile en las fiestas y consta de una serie de danzas encadenadas y sin interrupción que forman una secuencia cuya intensidad crece hacia el final. Se compone de cuatro partes o secciones básicas que van enlazadas entre sí: pasaje (en tono mayor o menor), yaguaso (pato silvestre), donde el cantador luce sus dotes de improvisador, guabina (pez de río), canción de desarrollo armónico fijo, y marisela (o maricela), sección instrumental donde se aprovechan todos los registros del arpa. La marisela, a su vez, suele terminar con una pequeña coda, que anuncia el final de la pieza, denominada llamada del mono. (Ortiz, 2003).

 

Fernando Guerrero también nos da una reseña de la marisela en este sentido, pero añadiendo detalles de la técnica empleada en su ejecución: “es la parte más lucida para el arpista, constituye un “registro” del instrumento y una demostración del intérprete, exhibiendo “bajeo”, variaciones, cambio de tonalidad…”[2]

Observó Peñín que la composición La Maricela, de Díaz Peña, aunque datada de 1877, al menos su nombre, proviene de mucho antes:

Debemos hacer notar que el término maricela aparece ya en La Gazeta de Caracas del 18 de junio de 1811 refiriéndose a un oficio de San Fernando de Apure del 8 de mayo de ese año en los siguientes términos: “…posterior a esto se animó un coro general de galerón, maricela, zapa, yuca, huerfanita y otros ingenios cantos del país”[3].

 

En 1876 llega al país procedente de Alemania, el Doctor Carl Sachs (1853-1878), en noviembre de ese año se instala en la ciudad de Calabozo para realizar estudios sobre el “temblador” –anguila eléctrica- y otras especies de nuestros ríos, como el caribe o “piraña”. Al asistir a un “baile de joropo”, el viajero nos deja impresiones dignas de revisar:

El baile es de carácter tranquilo y suavemente arrullador. Pero causa una impresión de osadía y vivacidad por las parejas que no se mueven siguiendo una fila en contorno, sino meciéndose en vueltas sin orden, e igualmente por la música característica y por el penetrante ruido de las maracas. Se distinguen diferentes clases de baile: joropo, fandango, galerón, maricela, zapa y cachucha; pero todas son de carácter muy semejante[4]. (Peñín, 2002)

 

La Maricela de Sebastián Díaz Peña, inspirada (o “calcada”) de la parte más brillante del arpa en la revuelta tuyera, a su vez, sirvió de inspiración (o también de calco) para obras de otros reconocidos compositores venezolanos, tales como: Ramón y Gabriel Montero, pertenecientes a una amplia familia de músicos:

Entre las curiosidades que rondan el tema tratado, hay que señalar la coincidencia exacta entre la sección de la Maricela que Sebastián Díaz Peña señala como Canto y un manuscrito que reposa en Biblioteca Nacional titulado El Joropo, que lleva en la portada la firma de otro músico venezolano, Ramón Montero. Al lado de la firma aparece escrito a tinta, 1879. (Peñín)

 

 

Pedro Elías Gutiérrez, conocido autor de la música de la zarzuela “Alma Llanera” –sobre textos de Rafael Bolívar Coronado-, también ‘llevó lo suyo’ por recurrir al ya trajinado “calco” expresado en el periódico La Opinión Nacional de 1877. Veamos otra vez lo que advierte Peñín: “no faltaron voces que lo tildaron de plagio por el hecho de coincidir sus primeros compases con la parte también del Aire de valse de la Maricela de Díaz Peña”.

 

Por último, se nos presenta Marisela, en una hermosa forma musical y manifestación popular que se fomenta por los valles de Orituco del estado Guárico y sus adyacencias: “La Marisela” junto con su hermana “la Guaraña”. La ‘Parranda’ consiste en una pieza musical que representa, de forma jocosa, el momento de entrada del grupo que la interpreta en las casas que visitan en sus recorridos tipo comparsa. El canto simboliza un saludo, un permiso y una conquista. Es una ejecución alegre y entusiasta. Se dice que no existe guaraña sin marisela ni marisela sin guaraña. Los versos suelen ser improvisados, se cree que repetir alguno trae mala suerte.


Esta parranda, compuesta por un muy variable número de individuos, los cuales interpretan piezas musicales de ritmo muy peculiar, llamadas “Cantos de Negros”. La diferencia entre los dos cantos -guaraña y marisela-, obedece casi por completo a su aspecto lírico, ya que en el musical son bastante similares.

Tanto la Marisela como la Guaraña, se tocan en tiempos binarios. Con la primera se entra y con la segunda se sale. Así reza el refrán; así se hace en la práctica. Con la Marisela se pide abrir la puerta, si está cerrada; o se solicita el permiso para pasar si está abierta. Con la Marisela se saluda al “cabeza de familia” y se halaga a la dueña de casa; se florea a la joven que engalana el hogar y se loa al resto de los presentes:


En los valles de Altagracia / se canta la marisela / y junto con los muchachos / los negros forman rochela.

Marisela de saludo / guaraña pa’ despedí / y en el Valle de Orituco / fue que yo me la aprendí.

 

Marisela, juego y baile en los velorios de santos; marisela, “canto del arpa”; marisela, parte virtuosa del arpista en la revuelta; maricela, joropo de salón en el piano y “alma llanera” en las retretas. Marisela, “parranda de negros”, “negros pintaos”, “negros de plaza”, que conjuntamente con la Guaraña, enciende las calles de Orituco y El Guapo, alborotando el pueblo con sus jolgorios y vistosos gorros.

Marisela, nombre bonito de joropo, que nos escobillea en el alma.

 

Alexander Lugo Rodríguez, 16 de abril de 2023

 



[1] José Peñín: La Maricela. Revista Bigott nº 60. Caracas, Fundación Bigott, 2002

[2] Fernando Guerrero: El Arpa en Venezuela, Fundarte 2016

[3] José Peñín, op.cit.

[4] En Peñin, 2002.

jueves, 6 de abril de 2023

LA MÚSICA DE CUATRO EN DOÑA BÁRBARA Por Alexander Lugo

 



A los 54 años de la partida de Don Rómulo Gallegos y los 19 del nacimiento de ‘La Siembra del Cuatro’

 

Alexander Lugo

 

Doña Bárbara, la emblemática obra de Don Rómulo Gallegos, está impregnada desde su inicio, de diversos aspectos musicales que acompañan en todo momento la vida del llanero. En las faenas rudas del diario trajín con la naturaleza, en los caudalosos ríos que cruza a nado, en la copla quejumbrosa guiando al ganado por leguas y leguas de camino, en el rodeo de los potros salvajes y bravos toros. También enfrentándose a la naturaleza en la ‘quema’ y preparación de las tierras y en los ratos de solaz, en la cabalgadura, en la melancolía, en el jolgorio de las fiestas de joropo, y hasta en la fáctica confrontación del bien y el mal –‘contrapunteo de la vida y de la muerte’- de la civilización con su antagónica, la barbarie. La música acompaña, ambienta y potencia todo la trama del relato.

 

Los Instrumentos Musicales

Del conjunto de temas que destacan desde el punto de vista sonoro en “Doña Bárbara”, los instrumentos musicales se articularán constantemente, musicalizando las escenas y armonizando el relato. De las múltiples referencias que brotan de la pluma de Gallegos, dirigida a la organología musical, cinco son los instrumentos que destacan y que son claves en la vida del llanero: Las Maracas, El Arpa, La Bandurria, La Guarura y por supuesto El Cuatro.

 

El Cuatro



Nuestro instrumento nacional por excelencia, presente en todos los géneros de nuestra musical tradicional, con muy pocas excepciones, a lo largo de la novela se menciona con sus rasgueos y punteos en diferentes momentos y situaciones. Particularmente en la sección denominada: Coplas y Pasajes. Allí aparece mencionado en referencia al tema de los recios inviernos que azotan el llano y anegan las sabanas, con el alejamiento de las lluvias y fuertes crecidas de los caños, se van también las fiebres que deja el paludismo y las distintas epidemias que brotan de las aguas infestadas, clarea el día y retoma el llanero el corrido y los pasajes, acompañado de su inseparable Cuatro, “cantando en coplas a sus amores, sus trabajos y sus bellaquerías”.

El llano tiene mucho de los sonidos profundos y atrayentes que lo denotan, los silencios también son tremendamente descriptivos del entorno. Cristóbal Jiménez en el golpe de Chipola La Marisela, describe que:

Los sonidos misteriosos que pueblan triste la noche

el canto dulce y sencillo del pájaro en el mogote

y el tiple llora jipiao, pa’ que el bordón se trasnoche.

 

Las armonías del cuatro se integran a la polifonía del ambiente llanero, cuando Santos Luzardo, reflexivo, se abandona de nuevo a la tierra que lo viera nacer y que lo ahuyenta y atrae con la misma fuerza:  

“Y entretanto, afuera, los rumores de la llanura arrullándole el sueño, como en los claros días de la infancia: el rasgueo del cuatro en el caney de los peones, los rebuznos de los burros que venían buscando el calor de las humaredas, los mugidos del ganado en los corrales, el croar de los sapos en las charcas de los contornos, la sinfonía persistente de los grillos sabaneros, y aquel silencio hondo de soledades infinitas, del llano dormido bajo la luna, que era también cosa que se oía más allá de todos aquellos rumores[1]”. 

 

En la sección VIII Candelas y Retoños, se describe un día en que amaneció todo verde, luego que “Las candelas dejaron nuevecita a Altamira”:

“Volvieron las cimarroneras a sus acostumbrados refugios, las greyes mansas al sosegado errar por sus comederos habituales y las yeguadas a los alegres retozos de sus rochelas. Volvió el Cuatro a las manos de los peones, por las noches bajo el caney, y Marisela a los buenos modales y a las lecciones. 

Y todo fue como los retoños después de las candelas”.

 

Ciertos criterios y reflexiones referentes a nuestro instrumento nacional, los dejo en las voces de algunos poetas, cultores e investigadores para que lo ilustren. Es tan cotidiano el encuentro con nuestro Cuatro, que se ha dicho mucho y se conoce poco, las descripciones organológicas e históricas, huelgan en este momento, me limito a dejar sus testimonios[2], reflexiones ontológicas en boca de algunos filósofos del sonido y de las querencias que conforman la nacionalidad, de aquello que nos define como nación, como vegueros de un destino que se nos pierde. Veamos:

 

Testimonio 1:

Yo no creo que haya un rincón en el país en donde un Cuatro no haga falta, así como un fogón, una cocina. A donde llegas, lo ves colgado. Mostrando todo el respeto, toda la ternura que hay en el país...

Es un instrumento de rebeldía, porque estamos aporreados, en crisis, ¡están en peligro nuestras almas, nuestros sueños…!

 

Testimonio 2:

Es ese Cuatro signado por el ritmo, es su técnica, es su afinación destinada a integrarlo en el incendio o la tranquilidad de los acompañamientos, lo que es exclusivamente americano.

 

Testimonio 3:

El Cuatro salió no para puntear. Salió como acompañante. Yo toco sólo charrasqueado. Con un golpe muy especial, eso dicen, sincopado… ya con los años me he ido apagando un poco, pero sigue teniendo sus revueltas... me acuerdo que una vez acompañando a un gran músico en el violín, yo varío el golpe de acuerdo con el giro que toma la música. Y estábamos tocando Conticinio. Y llega la parte esa que pasa de mayor a menor. Me gusta mucho. Allí, bueno… yo vivo eso. Y de la emoción rompí el Cuatro… ¡Lo abracé muy fuerte, más de la cuenta!

 

Testimonio 4:

Ningún español toca el Cuatro, ni ha tocado cuatro, ni sabe de cuatro…

El Cuatro lo inventaron los campesinos, los pescadores… Lo inventó la gente. Los que lo usan.

 

Testimonio 5:

El Cuatro está en todos los ambientes naturales geográficos originales del país. El Cuatro es un hacedor de patria. Se habló de patria, y después se habló de padre de la patria, con Bolívar. Padre de una patria que todavía no somos. Y es que el Cuatro comenzó a hacer patria y continua haciendo patria por esa ruta que tú dices…que es de la fibra o cuerda más honda.

 

Testimonio 6:

Si intentamos mirar en la cara lo que dice la palabra Cuatro, el sentido que nos revela el Cuatro cuando lo mentamos, él nos trae eso de la parrandita, de la fiestecita, de cosa no ordenada. De tal manera que ese rasgo, que es visto como negativo, es una de las razones por la cuales se constituye el Cuatro en el corazón de Venezuela, como fundamento.

Estaba pensando que además de eso, que además de los animales y los vegetales, el Cuatro es agua, y brisa, es tierra, es mineral, es sol de mediodía, es universo. De ese modo, por ese acercamiento, por esa liberación, hay algo de liberación.




Para cerrar lo referente a este instrumento tan nuestro, tan metido dentro de nosotros, transcribo unas reflexiones escritas en su amanecer trujillano, con el paisaje en los ojos y las armonías de su cuatro en el corazón, del maestro Pablo Camaro[3]:

El cuatro es ese amigo que a través de su canto, equilibra los sentimientos y motiva la paz interior de cada ser. Es ese confidente que habla y vibra en la frecuencia del amor que le imprime su ejecutante. Son solo cuatro cuerdas que custodian una celda acústica, pero que bien tratadas, pueden producir una explosión de colores sonoros que conmueve al ser humano, a la naturaleza e ilumina el espacio donde él mora[4].

 

Alexander Lugo Rodríguez





[1] Doña Bárbara. Sección V: La Lanza en el Muro.

[2] Estos Testimonios aparecen en el libro: El Cuatro, de Alberto Arvelo Ramos, con fotografías de J.J. Castro, talleres Gráficos de Ex Libris, C.A., 3/12/1992. (El resaltado en negritas es nuestro).

[3] Fundador del Grupo Raíces, Cuatrista de alto vuelo y gran compositor.

[4] Testimonio enviado al autor de este ensayo como “nota de voz” vía https://web.whatsapp.com/


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