Cómo no pensar,
cuando oigo nombrar "Manicuare" en aquel Poeta de manos de sal y de
ensueños azules, cuyo nombre cargó a cuestas como un Cristo, martirizado
también y que acaso lleva en su interior el paisaje agreste de aquel mar de
olvidos que nos devuelve en cada batir su nombre ¡hecho de cruces y de sal!
Cómo, al oír
mentar "Algarrobito", Arauca, o “San Fernando de Atabapo”, no
descubrir al "Indio" metido dentro de un Arpa alborotando enjambres
en las brisadas de aquel llano de infinitos sones y mágicos embrujos. En la
inmortalidad de sus andanzas llaneras se arrinconan y apagan la voz lacia de
los antepasados. El "Indio" Figueredo será el músico-poeta de mayor
clarividencia de lo que grita y lo que esconde la llanura.
Cómo no mirar
con los ojos ciegos de tanto sol, cuando oigo que trae la brisa marina las
palabras “Macuto” y “Castillete” y verlo y reverlo: pantalón arremangado, y
torso desnudo, trazar brumas espesas de indescifrables blancos, sobre otros
blancos que esconden blancuras, que se hacen espuma y que acaso ocultan un
recuerdo doloroso o trágico, del niño venido de Valencia, del viejo muñequero,
del eterno loco de Macuto.
Y si alguien
menciona “Canchunchú” y llega a decir conuco, o escobita de monte, o tucusito,
cómo no ver a Luis Mariano meciendo en un chinchorro y tejiendo, la poesía de
las flores, mientras como diría el Poeta barinés, su "diestra echa a volar ansias que pisa la zurda". En el conjuro
íntimo de sus versos, convocando los aromas del campo, los dorados cundeamores,
los aleteos del tucusito. Multiplicándose Mariano en flor, en pájaro, en
caracol, en tristeza de atardeceres, en fragancias de ternuras.
Cómo no escuchar
cuando me dicen "Barbacoas" una Tonada de ordeño, un silbo afinadito
y un canto de llanería. Y repetir con Alí que “la tonada es más bonita en los labios de Simón”. Rastreando la
tonada que su fina voz modula, nos perdemos en los contornos del paisaje, en
los amaneceres y en los crepúsculos que perduran más allá de nuestro olvido.
Si pienso en la
Caracas "física y espiritual" y en las escalinatas del
"Guarataro", cómo no sentir que se asoma por todos lados la imagen de
Aquiles con su despeinado enjambre de multicolores “piensos” y sus ojerosos
párpados insomnes de tanto poner a conversar a los cochinos y los perros
callejeros y casar a las hormigas y lidiar con las abejas presumidas, mientras
su padre lo pasea en la eterna bicicleta del amor.
Si por "Chiguana" me hablan de un "cantador" de increíble fama y voz de trueno con una sola vida y muchas muertes. Voz que iluminó las montañas de "Tataracual" y prendió los valles del "Turimiquire". Cómo no vislumbrar a Juan Jiménez que sigue altivo con su negritud y sus destrezas para el joropo oriental, aun tramando versos en las caminadas noches vagabundas, repartiendo a manos llenas la felicidad.
Cómo no soñar con una colina de frailejones que albergaron las sagradas piedras de "San Rafael de Mucuchíes” en el Páramo del “Tisure" y allí mismo, sembrado con su sonrisa eterna bajo el sombrero calado, Juan Félix, que es la montaña misma del frio y solitario páramo, hombre múltiple hecho de la caliza y el basalto que brotan del pico, con su espeso bigote que envidiaría el mismo Nietzsche. Hombre hecho de la roca volcánica, de los milenarios árboles del contorno, de la cascada de la alta cumbre, de la calina cegadora. Las capillas del Páramo lo guardan, junto a su inseparable Epifania, con sus cristos y calvarios de guardianes.
Cómo no volar a las alturas cuando los oigo con los ojos y los puedo tocar en las brisas que me vienen de todos sus paisajes y de sus desvelos de ensueños.
Cómo no pensar. Cómo
no descubrir. Cómo no mirar. Cómo no entrever. Cómo no escuchar. Cómo no
sentir. Cómo no vislumbrar. Cómo no soñar. Cómo no volar…
Alexander Lugo Rodríguez
San Juan 24/06/24