Decir Cruz Quinal en Venezuela es sacudir un enjambre de multicolores abejas que liban el dulzor de la cayena, el cundeamor y los tulipanes, para devolverlo en tramados plumeos de exquisitas sonoridades, en giros melódicos y sensuales cadencias que conquistaron la intimidad de aquellos campos olorosos a café y a cañaveral, y esparcieron por aquellos cielos las virutas del corazón del cedro, trabajado en las manos del inspirado cultor, para proceder a florecer en una música que no precisaba del mundo y procedía por adivinaciones. O mejor decir, que ese nombre pone a volar multitud de tucusitos, arrendajos y cristosfué, todas las aves cantoras y alados duendes trocados en colibríes, que a su alrededor trinaban, alejando embrujos y espantado demonios.
Cruz Quinal pertenece a ese grupo de iluminados, que nos visitan de cuando en cuando, para ayudarnos a entender que la vida es más que eso terrible que nos acosa a diario, y que nos conduce a jugar un inevitable juego con un cambiante y descomunal adversario, que conoce todas la reglas y trucos que a nosotros nos toma toda la vida procurar comprender. Sus vidas suelen ser intensas y breves, y ellos conocen su destino y sobre todo su misión:
“¡Si la enfermedad me sigue más, yo he pensado es en la música, porque la música es la que me ha dado los ideales principales, por eso fue que conseguí vida, sino ya estuviera fracasado!”.
De sus manos mágicas de artesano de la madera, brotarán los innumerables Cuatros sonoros, (se estiman que fabricó más de 10 mil en su corta vida), Bandolas, bandolines y su Obra maestra: “El Bandolín Morocho”; instrumento bicéfalo de características únicas y que permite facilitar la modulación tonal, -sobre todo en el contexto y época de Quinal- recurso musical y compositivo que rompe las fronteras de la esfera tonal y abre el espacio a lo impredecible; y que su talante de excelso ejecutante y compositor, precisaba.
Nació Cruz Alejandro en el caserío “Botucal” cercano a San Lorenzo, a unos 15 minutos de Cumancoa, estado Sucre; un tres de mayo de 1934. Conocido como “El Rey del Bandolín”, por sus destrezas en el Joropo estribillao, también fue un gran ejecutante de la Bandola oriental. De su amplio repertorio podemos mencionar: “El Panecillo”, “El Quin-Quin”, “El Garrapatero”, “Quebrada Seca”, “Los Dos Amigos”, “San Lorenzo”, “San Salvador” y su tema emblemático: “El Bandolín Morocho”, que lo identificaba plenamente:
¿Pa’ onde te vas Cruz Quinal
Pa’ onde vas que no me llevas?
Yo quisiera ir contigo
A todas partes que fueras.
Cruz Quinal era la tradición en toda su expresión, como músico, artesano y constructor de instrumentos, y particularmente, por la forma como vivió y murió. En un bello documental que le realizaran tres años antes de partir en volandas, junto con sus inseparables pájaros cantores, sentenció profético:
Yo a veces me comparo… la iglesia esa –en ruinas- con mi folklore, con mi cultura, con mi tradición, porque propiamente esa es una iglesia que está abandonada, esa iglesia está abandonada igual que está abandonado el folklore aquí, porque el folklore no quiere surgir, últimamente no quiere caminar, no quieren hacer gestiones para que esto salga adelante como en épocas pasadas, y yo digo siempre… que quisiera verla reparada, pero la gente no quiere hacer nada porque está abandonado, esa es una tradición que tenemos ahí, igual que estoy yo, porque yo lo que tengo en la mente es pura tradición.
Falleció en el mismo San Lorenzo el 17 de julio de 1987.
(Alexander Lugo Rodríguez sept. 2020; con la luna en menguante)
¡Formidable, emotivo y sentido texto, señor Lugo Rodríguez! Digno del artista, artesano y persona de quien trata. Gracias por escribirlo y compartirlo.
ResponderEliminarMuchs gracias Enrique. Esta tarde a las 4:30 (Venezuela) estaré atendiendo una entrevista radial dedicada al gran Cruz Quinal. Los invito a sintonizarla. Estaremos en vivo por la cuenta de: *Facebook
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