Cuando lo rememoro
me percato que lo
requiero
advierto que algo nos
queda faltando
de la cosecha de su
esplendor.
Que sus finas
melodías
-cambiantes a cada
instante-
precisan en esta hora
de su ordeñador
mayor.
Pescador de luceros
en amaneceres
Poeta de trémula
fibra
aquella con que se
tuerce el bejuco
para zurcir corazones
esguazados por el mal
querer
-o las indolentes
distancias-
reparándonos el
aporreado candor.
Sus prolongadas
afinidades con la tierra
clarinadas
madrugadoras de los espeso y lo sutil
nos toca hondo
y sentimos
representar
en cada rincón de la
patria.
Sus tristezas fueron
menos en la copla
y se consolaban en la
sutileza de la tonada.
Ofrendó su aliento
eternamente
como el sol que pinta
las espigas
como la brisa que
peina los maizales.
Porque entre el mar y
los bramantes ríos
se pulsa a diario una
tierra
hecha de sangre y de
espuma.
Porque mentar a esta
tierra de gracia
es como si dijéramos
¡Simón!
en la trinidad de su
luminosidad:
Por la hechura del
maestro
filósofo e inventor
por la talla del
guerrero
iluminado y encendido
de patria
por la modulante
copla
del sanador principal
de quebrantos:
Eterno ordeñador de
luceros.
Rastreando la Tonada
que su fina voz
modula
nos adentramos en ese
modo
de acompañar la faena
diaria
del hombre con su
entorno.
Paisajes de
amaneceres
crepúsculos que
perduran
más allá de nuestro
olvido:
Doliente canto
tendido en la
inmensidad
susurro íntimo
de irrepetibles confesiones
que nunca sabrán que
él
salió una tarde
ceniza
a enjugar otros
paisajes
y a llenarlo con sus
silbos:
“mañana cuando me vaya
quién se acordará de mí
solamente la tinaja
por l’ agua que le bebí”.
Imperturbable,
imaginario, eterno:
Proseguirá así…
palpitando con su
llanería
en los amaneceres
propicios a la evocación
con su voz infinita
y sus arcanos versos
de reminiscencias
sonoras.
Son para él en su eternidad
todos los destellos entretejidos
en la memoria.
(A la memoria de Simón Díaz. El día de su cumpleaños número noventa y tres)
Alexander
Lugo Rodríguez
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