“Vengo porque mi música
siempre ha estado al pie de la justicia”.
(Antonio
Carrillo)
En un hermoso libro de partituras
con cuarenta y dos de las obras del músico nacido en Barquisimeto el 29 de octubre de 1892:
“Homenaje al Maestro Antonio Carrillo”, se recuerda la vida y obra de
este gran músico que nos dejó -en exactamente setenta años de vida- una obra
espléndia. Fue una edición del año 1978 del Ministerio de Información y
Turismo. Su propósito se nos presenta en la primera página:
“Se pretende con esta publicación
rendir justo homenaje al maestro Antonio Carrillo, señor del bandolín, en reconocimiento a su fecundo trabajo
desbordante de resonancias telúricas, y devolver al pueblo de Venezuela esta
obra de la cual es sólo el auténtico inspirador”.
Destaca entre el grupo, su famoso
vals “Como llora una Estrella”, en el manuscrito aparece la fecha de
“Diciembre 1918”. Aunque se ha dicho que es una composición del maestro
Carrillo de 1915, no hay evidencias de este hecho, así que asumimos la que
aparece con una hermosa caligrafía en la copia del manuscrito, que seguramente heredó
de su Maestro Pedro Istúriz Meneses,
con quien estudió composición y armonía y aprendió a copiar música. También es
importante destacar que su famosa Polka “El
Saltarín”, grabado por un importante número de excelentes
mandolinistas, no aparece en esta publicación.
Muchas historias rodean a su
famoso vals “Como llora una Estrella”, que esa era la melodía que tarareaba
mientras lo trasladaban desde la ciudad de Quíbor hasta su amada Barquisimeto,
donde falleció a los dos días, sería un 13 de julio de 1962. Se dice que fue el
Padre Carlos Borges, a quien le llevaba una serenata, y al interpretar su nueva
composición y enterarse que aún no tenía nombre, dispuso: “Póngale Como llora una Estrella”.
Este vals fue concebido de manera
instrumental, como la mayoría de sus obras, sin embargo ha tenido en su
historia hasta siete letras distintas. Entre ellas: la de Arnoldo Vivas Toledo,
un músico de Los Teques, versión que fue grabada por Alfredo Sadel y el
mexicano Marco Antonio Muñiz. Esta era la preferida del maestro Carrillo. En su
primera parte dice:
Recuerdos de un ayer que fue pasión
El suave titilar que ayer yo vi
En tu dulce mirar tu amor sentí
Tu cara angelical, rosa de abril.
Otros que le han puesto letra son, Napoleón Arráiz quien escribió dos distintas, el compositor Juan Ramón Barrios y otra del gran mandolinista y compositor Ricardo Mendoza. Existe una letra de Elisio Giménez Sierra, nacido en el pueblo de Atarigua, muy distinta a la cantada por Marco Antonio Muñiz y Alfredo Sadel, y que también se ha popularizado mucho. En su segunda parte dice:
Tú que por su ventana puedes ver
Asómate a la reja y dile que
Mi corazón suspira por su amor
Y yo me estoy muriendo de dolor
Dile que una palabra nada más
Que salga de sus labios podrá ser
La dicha de mi vida la felicidad.
Como llora una estrella - Jesús Sevillano
Manuel Rodríguez Cárdenas lo
bautizó como “El mejor bandolinista de América”: “así lo llamé yo, con el
derecho que me da el haberme pasado lo más ancho de mi vida con el oído pegado
a los sones que brotan de mi tierra”, enfatizó. Sus palabras nos remiten a la
trascendencia de este importante músico: “por aquella su música, que arranca a
pedazos y le desbordaba de los dedos, lo mismo que una rosa se asoma en el
balcón del vaso y resume toda la inmensidad de Dios”.
El día once del mes de julio de
1962, el maestro Antonio Carrillo se había trasladado hasta la población de
Quíbor, para agasajar con una serenata, a su amigo el músico, compositor y
periodista Juan Pablo Ceballos (1901-1985). Ese día estrena un bello vals
titulado “Canto y Flores” –canto
para la Divina Pastora y Flores para la Virgen de Altagracia-. Durante la
tertulia musical esa tarde sufre un accidente cerebro-vascular y es trasladado
a Barquisimeto, donde fallece el 13 de julio.
Para despedirnos con la musa que
brota de su música tan sublime, apreciemos una vez más las palabras de su
entrañable amigo Rodríguez Cárdenas: “Oírle era estarse en actitud absorta, meterse en una barca
de velas inflamadas, poner la mano en la corva mancera de un arado de voces
arpadas y regresar con el alma repleta hasta los imbornales de espigas, lauros,
algas, sol y caracoles. Oírle, en fin, era recibir el poderoso mensaje de la
música que Dios puso en las cosas cuando pobló la tierra”.
Ese intenso y eterno mensaje de su
música que nos dejara el alma “henchida de romántica ansiedad”, hará
imperecedero el recuerdo del maestro Antonio Carrillo y su inmortal bandolín. A
ciento veintinueve años de su luz lo ofrendamos con Cantos y Flores.
Alexander Lugo Rodríguez
29/10/2021
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