La música, no se reduce a “sistema de
signos”, Gustav Mahler señaló en alguna ocasión, que en la partitura está todo
menos lo esencial. Tampoco se limita a un medio de comunicación o incluso a un “lenguaje
universal”, como se ha repetido insistentemente tanteando algún modo
de explicación sintáctica que de luces sobre este inasible arte del espíritu.
La música nace de un entramado de sistemas interconectados cuyas raíces brotan
de la propia estructura del ser, manifestándose en el trascendental
y misterioso mundo, tanto exterior como íntimo, del ser humano.
Parafraseando al gran filósofo Hans-Georg
Gadamer (Alemania, 1900-2002) podemos señalar que la música tiene una dimensión
ontológica, de la misma manera que en la vida real existe un carácter
lingüístico-musical o hermenéutico. Esta dimensión propiamente humana, en tanto estructura
profunda de la realidad toda, tiene también un matiz peculiar que procuramos
comprender.
Tomar algo
por algo es interpretar (Gadamer en Verdad
y Método, 1960). Y en la vida
realmente vivida hay mucho más de lo que comprende la pura constatación de
algo. Gadamer plantea una noción que denomina “rellenar”, lo cual me parece uno de los conceptos esenciales en
relación con la naturaleza de toda experiencia artística. “Rellenar” significa
para Gadamer que el lector (en nuestro caso el oyente), capta lo que hay más
allá de la imagen poética (o musical) y que hace su aparición y asimismo se
adelanta en la dirección de lo que quiere decir. (¿El fin del Arte?, 1990)
Este
principio planteado por el filósofo nacido en Marburgo, lo tomamos para abordar
nuestra comprensión-interpretación-musical, atendiendo a la estética particular
de diferentes géneros musicales estudiados, asimismo tanto de las creadoras y
creadores, como de los intérpretes. Aquí van surgiendo aspectos y categorías
propias de cada particular estética, en atención a sus contextos personales y
al abordaje en profundidad de sus propios lenguajes simbólicos. Dicho principio
tiene que ver con una teoría de la
hermenéutica simbólica, orientada a dar a
conocer un modo de pensar, investigar y entender al Ser-Creador en la
pluralidad de sus experiencias.
Cuando nos
ha impresionado una imagen en lenguaje poético, sea plástica, literaria o
musical, somos capaces de realizar este “relleno” planteado por Gadamer. Vemos
y oímos más allá de una imagen, pasando por lugares más débiles o huecos; la “completamos”,
y en esta participación forzosa inicia la obra su auténtica realidad. Entonces
desaparece todo contraste entre lo mío y lo suyo, toda contradicción entre lo
que el artista querría decir y lo que el receptor capta de ello. Se funden en
una sola cosa. Tal es el motivo de que hayan perdido cualquier resto de privacidad.
Por esta razón la música que nos toca en lo más íntimo, proporciona un auténtico
encuentro introspectivo para aquellos que entran en su órbita.
Así, no podemos entender a la mujer y
al hombre concretos, sino apreciamos su existir en un lugar determinado, con
sus propias raíces, costumbres, lenguaje, modo de ser colectivo y forma de
aprehender su mundo particular y particularizante.
“Cada uno somos lo que hemos podido
ser en cada uno de los espacios que ocupamos”, razonó Gadamer, la forma de
entendernos y aprehendernos va a estar determinada, entonces, por ese entorno
que nos con-forma, así como nosotros mismos como seres humanos únicos a partir
de que podemos ser diferentes de los demás en el sentido de que conocemos y nos
re-conocemos de manera simbiótica desde el otro que hay en cada uno de
nosotros.
“No hay duda alguna de que todo
nuestro conocimiento comienza con la experiencia”, plantea Kant en su Crítica a la Razón Pura, y este pensador
se preguntaba: “¿por dónde iba a despertar la facultad de conocer, para su
ejercicio, como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos?
Acerca de estos objetos señala que provocan por sí mismos representaciones, y
ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos,
o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles,
un conocimiento de los objetos llamados experiencia. Según este planteamiento,
ningún conocimiento precede en nosotros a la experiencia y todo conocimiento
comienza con ella.
Gadamer ha considerado a la
hermenéutica como un modo de comprensión de las ciencias del espíritu y de la
historia, ¿en qué otro lugar podríamos ubicar a la música como no fuera en lo
intangible del espíritu como lo es ella misma?, esa comprensión de la historia
pasa por las interpretaciones de las tradiciones populares, así como de la
realización de un análisis de las condiciones en que dicha comprensión se
produce; lo más importante consiste en el acontecer lingüístico de la tradición
y la historia, pues desde la ubicación del sujeto en ese acontecer, se logra la
comprensión del entorno y por ende de una realidad.
Con la experiencia trascendental de
hacer y vivir la música, nos sumergimos en ese ámbito de aconteceres y
sensibilidades compartidas. No se trata de forjar una “adaptación” del mundo
histórico-social de una música en particular, sino que desde ese mundo vital
donde se suceden los hechos, se genera el análisis del mundo en estudio y de
los aconteceres históricos que lo han influenciado. La comprensión no está en
el ser individual, sino en el ser histórico; esto, por cuanto el interés de la
hermenéutica no se centra en el “entender al otro”, sino en el “entenderse con
el otro”.
Alexander Lugo Rodríguez,
5 de junio de 2021
Muy buen artículo. Una dimensión diferente acerca del tema de LA INTERPRETACIÓN, aplicada al campo de la música desde una perspectiva NO-MUSICAL. Felicitaciones
ResponderEliminarExcelente Alexander, gracias
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