sábado, 5 de junio de 2021

LA HERMENÉUTICA DE LA MÚSICA. Por Alexander Lugo

 


La música, no se reduce a “sistema de signos”, Gustav Mahler señaló en alguna ocasión, que en la partitura está todo menos lo esencial. Tampoco se limita a un medio de comunicación o incluso a un “lenguaje universal”, como se ha repetido insistentemente tanteando algún modo de explicación sintáctica que de luces sobre este inasible arte del espíritu. La música nace de un entramado de sistemas interconectados cuyas raíces brotan de la propia estructura del ser, manifestándose en el trascendental y misterioso mundo, tanto exterior como íntimo, del ser humano.

Parafraseando al gran filósofo Hans-Georg Gadamer (Alemania, 1900-2002) podemos señalar que la música tiene una dimensión ontológica, de la misma manera que en la vida real existe un carácter lingüístico-musical o hermenéutico. Esta dimensión propiamente humana, en tanto estructura profunda de la realidad toda, tiene también un matiz peculiar que procuramos comprender.

Tomar algo por algo es interpretar (Gadamer en Verdad y Método, 1960). Y en la vida realmente vivida hay mucho más de lo que comprende la pura constatación de algo. Gadamer plantea una noción que denomina “rellenar”, lo cual me parece uno de los conceptos esenciales en relación con la naturaleza de toda experiencia artística. “Rellenar” significa para Gadamer que el lector (en nuestro caso el oyente), capta lo que hay más allá de la imagen poética (o musical) y que hace su aparición y asimismo se adelanta en la dirección de lo que quiere decir. (¿El fin del Arte?, 1990)

Este principio planteado por el filósofo nacido en Marburgo, lo tomamos para abordar nuestra comprensión-interpretación-musical, atendiendo a la estética particular de diferentes géneros musicales estudiados, asimismo tanto de las creadoras y creadores, como de los intérpretes. Aquí van surgiendo aspectos y categorías propias de cada particular estética, en atención a sus contextos personales y al abordaje en profundidad de sus propios lenguajes simbólicos. Dicho principio tiene que ver con una teoría de la hermenéutica simbólica, orientada a dar a conocer un modo de pensar, investigar y entender al Ser-Creador en la pluralidad de sus experiencias.

Cuando nos ha impresionado una imagen en lenguaje poético, sea plástica, literaria o musical, somos capaces de realizar este “relleno” planteado por Gadamer. Vemos y oímos más allá de una imagen, pasando por lugares más débiles o huecos; la “completamos”, y en esta participación forzosa inicia la obra su auténtica realidad. Entonces desaparece todo contraste entre lo mío y lo suyo, toda contradicción entre lo que el artista querría decir y lo que el receptor capta de ello. Se funden en una sola cosa. Tal es el motivo de que hayan perdido cualquier resto de privacidad. Por esta razón la música que nos toca en lo más íntimo, proporciona un auténtico encuentro introspectivo para aquellos que entran en su órbita.

Así, no podemos entender a la mujer y al hombre concretos, sino apreciamos su existir en un lugar determinado, con sus propias raíces, costumbres, lenguaje, modo de ser colectivo y forma de aprehender su mundo particular y particularizante.

“Cada uno somos lo que hemos podido ser en cada uno de los espacios que ocupamos”, razonó Gadamer, la forma de entendernos y aprehendernos va a estar determinada, entonces, por ese entorno que nos con-forma, así como nosotros mismos como seres humanos únicos a partir de que podemos ser diferentes de los demás en el sentido de que conocemos y nos re-conocemos de manera simbiótica desde el otro que hay en cada uno de nosotros.

“No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia”, plantea Kant en su Crítica a la Razón Pura, y este pensador se preguntaba: “¿por dónde iba a despertar la facultad de conocer, para su ejercicio, como no fuera por medio de objetos que hieren nuestros sentidos? Acerca de estos objetos señala que provocan por sí mismos representaciones, y ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles, un conocimiento de los objetos llamados experiencia. Según este planteamiento, ningún conocimiento precede en nosotros a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella.

Gadamer ha considerado a la hermenéutica como un modo de comprensión de las ciencias del espíritu y de la historia, ¿en qué otro lugar podríamos ubicar a la música como no fuera en lo intangible del espíritu como lo es ella misma?, esa comprensión de la historia pasa por las interpretaciones de las tradiciones populares, así como de la realización de un análisis de las condiciones en que dicha comprensión se produce; lo más importante consiste en el acontecer lingüístico de la tradición y la historia, pues desde la ubicación del sujeto en ese acontecer, se logra la comprensión del entorno y por ende de una realidad.

Con la experiencia trascendental de hacer y vivir la música, nos sumergimos en ese ámbito de aconteceres y sensibilidades compartidas. No se trata de forjar una “adaptación” del mundo histórico-social de una música en particular, sino que desde ese mundo vital donde se suceden los hechos, se genera el análisis del mundo en estudio y de los aconteceres históricos que lo han influenciado. La comprensión no está en el ser individual, sino en el ser histórico; esto, por cuanto el interés de la hermenéutica no se centra en el “entender al otro”, sino en el “entenderse con el otro”.

 

 


Alexander Lugo Rodríguez, 5 de junio de 2021

 

 

 


2 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Una dimensión diferente acerca del tema de LA INTERPRETACIÓN, aplicada al campo de la música desde una perspectiva NO-MUSICAL. Felicitaciones

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