En mi cantar sólo busco, en mi cantar sólo quiero, cantar las cosas sencillas, que tengan sabor eterno (LMR)
Mencionar el nombre de Luis Mariano es nombrar a un humilde hombre del campo, quien fuera también poeta avezadísimo en la magia de las palabras y curtido en el arte creador del verso y la metáfora. Evocarlo es concitar alrededor de uno, la primavera entera de aromas del campo, y todos los dulzores del fruto sabroso de la siembra. Es rememorar la fragancia de su canto y la sutil ternura de su música. También es evocar las alegres comparsas callejeras y el teatro popular, andariego y volátil como el saltamontes y la cigarra. O como el Dios “titiritero del amor y la belleza, la libertad y la justicia, la alegría y la creación".
La
fatigada tarde que realza el dorado crepúsculo, revelarán a todos los habitantes
de su universo vital de poeta: los insectos y caracolas, el colibrí, el capullo, el rocío y
el lucero que se asoma. Todas esas evocaciones nos señalan al prestidigitador
mayor del paisaje de su tierra y maravillado colector de su mensaje.
Como Beethoven, como Bach, como Lauro,
como Otilio, como otros tantos; Luis Mariano será más que un músico, ¡una
Música!
Hombre sensible y comprometido, tarde
se adentra en la fascinación de la lectura, pero lo hará de forma voraz. Lee y
relee el Quijote, que casi le parece el mejor de todos los libros, y su amor se
extiende a los poetas de su estado, sus paisanos: Andrés Eloy, Ramos Sucre, o
del gran Andrés Bello. Entiende que todo hombre en cuya alma se encierra la
música, tiene el don a su vez de la versificación, y así lo expondrá felizmente
en hermosas canciones.
La herencia musical la obtiene de las brisadas
de su lar nativo, en el hermoso valle de Canchunchú
y particularmente de su tío materno, el “Indio” José del Pilar Rivera, autor o
re-creador de la “Jota Carupanera”, el "Polo" y el "Pajarillo Verde". Luis Mariano abriga
en su corazón el sentir y palpitar de su pueblo, expresando en la ternura del
canto todo su sentimiento. Su discurso poético tiene afinaciones de ternura,
invenciones y adivinaciones de la ternura, tan precisa como esta:
Cuando
te encontré ha muchos años
llevado
por tu tristeza interna
por
tu semblante donde el dolor había
dejado
rastros y marcado huellas…
Tomé tus manos y con amor te dije
en
mi corazón se encuentra un nido
formado
con fragancias de ternura
si
quieres entrar a él vente conmigo.
Luis Mariano -a decir de la folklorista Isabel Artez- es un caso especial de hombre de su pueblo, que poseyendo una excepcional intuición artística logró crear no sólo en la música y la poesía, sino en el teatro popular, expresiones llenas de un sentido humano, venezolano y nacionalista, siendo al mismo tiempo propagador del folklore literario y musical del canto oriental. Sus canciones, nos dice Agustín Blanco Muñoz, están: "llenas de fragancia, amor y tierra, forman parte de la ilusión, la esperanza y el más grande y espontáneo sentir de los hombres llenos de sensibilidad, creación y poesía. Su voz caminante, reinventó la expresión popular, para llevar su mensaje de insurgencia más allá de estos tiempos".
Las cantoras populares Lilia Vera y Cecilia Todd, así como la mezzosoprano Morella
Muñoz, han interpretado buena parte de su repertorio, lo mismo que Jesús
Sevillano y especialmente su paisano Gualberto Ibarreto, de quien fue mentor y modelo, a quien bautizó como
“el cantor de la voz de pueblo”. Destacando Luis Mariano, como mágico
observador de la naturaleza, así como tejedor de la belleza que anida en la
vida de los hombres y mujeres de su tierra, en inolvidables canciones.
La
mejor poesía de Luis Mariano pertenece a sus canciones campesinas, a la
versificación de su embalsamado entorno. Una de sus primeras composiciones
(confesada por él como la iniciadora de todo su caudal) había ya descrito por
siempre y para siempre, cómo es el verso de Mariano y cómo sus praderas y
conucos:
Allá
en nuestro campo hay humildes flores
que
no tienen nombres pero dan olores.
Flores que no entran, al regio salón,
pero
son felices de su condición.
Flores que conformes se sienten dichosas
en
dar sus perfumes a las mariposas.
En brindar su miel, y brindar su brillo,
a
la tierna abeja y a los pajarillos.
Flores campesinas de ingenuos olores
que
tienen de cielo sus bellos colores
Y
es hermoso comprobar la descripción sublime y tersa como un amanecer, cuadro
realista hecho de su aguda observación del paisaje y del sentimiento que anida.
En el conjuro del verso y la cristalina evocación donde están convocados los símbolos
preferidos por él: el campo, las flores, las abejas que la liban, los
pajarillos multicolores y las fragancias cromáticas del amor. Su ternura es medallón
y nimbo de los muchos días, de los muchos años de su sublime peregrinar por su espacio
de vida; alcanzando otra virtud, haber domado el tiempo y acomodarlo a su
frescura, condición que se lleva con el amor. Interrogado en una ocasión de
cuál era la canción más triste que conocía, respondió apretujando la tristeza: “No sé… Pero eso sí, tiene que ser en Sol
menor. Ese es el tono que más aporrea. Me agarra aquí compai, me agarra más
allá de mi tiempo de vida…”. Luis Mariano nunca se quedó en el dolor:
Que
hermosa es la vida
cuando
se mira a través de estos cristales
Dan
ganas de irse tras sus hilos invisibles
ser
lirio ser espuma
ser
fragancia o ser amor
En
su declamación sentida y poética, nos revela el “cómo hace versos Mariano”, y
con preferencias en las sutilezas de aquellos más sencillos de su maravilloso y
mágico entorno: “¡Qué bello es el hombre,
o será, cuando el pensamiento esté al servicio de las flores!”. Copio unas
estrofas directamente de su voz:
Escobita de monte como te recuerdo
manojo
alegre de ramitas frescas
cuando
en mi época de infancia
entrabas
al rancho que cobijó
mis
primeras ilusiones
vistiendo
tu traje esponjado de frescura
y
apretada, bien apretada la cintura
con
tiras de corteza que te daba
el
amoroso cautaro y te metías
por
debajo de la cama de palo
por
detrás del baúl
y
dejabas todo limpio,
hermosamente
limpio y perfumado
con
el aroma de tu savia
y
salías al patio
y
lo tornabas alegre
hermosamente
alegre…
siempre
te conservo recostada
en
un lugar de mi modesta morada
y
al verte evoco emocionado
ese
tiempo untado de pureza
cuando
en nuestra Patria Venezuela
se
veía la vida a través
de
sus propias costumbres
y
nuestra música era
canción
preferida del pueblo.
Luis Mariano, creo en esta hora de la melancolía, fue el primer cronista popular de nuestros campos, de la historia de la
gente sencilla de los pueblos y caseríos, conuquero de las vituallas y de las palabras, pintor de
gente llana y pura de su comarca, Poeta, con mayúsculas, de los aromas del
campo, de los dorados cundeamores, del lucero que despunta, del aleteo mágico del
tucusito. Para nuestra música es el pionero del canto poético y sentido, es
decir, el primero de todos, el inventor, el sendero que no deja de alumbrar. Fielmente
lo describió la poetisa Mery Sananes, en su búsqueda amorosa del cantor
oriental:
Luis
Mariano hasta hoy se le ha mantenido bajo las cercas de una tal llamada cultura
popular, que no es más que una trampa, para no invadir el espacio de los
consagrados. Para no tener que repensar el sentido y función del arte y del
creador, para no tener que enfrentar un poder vital que está mucho más allá de
libros, museos, bibliotecas y lienzos. Luis Mariano es la mejor expresión del
hombre pájaro que atiende a las dimensiones simétricas del vuelo. El hombre
flor que reconoce en cada pétalo la magia de una tierra florecida. El hombre
canto que traslada a las cuerdas infinitas de su cuatro melodías que resuenan
dúlcimas en el interior de antiguas sinfonías y corales.
Se desdobla el poeta en flor, en pájaro,
en caracol, en aleteos: ¡Tucusito,
tucusito! dime como hizo Dios para hacerte tan bonito: ‘tomó un poquito de
tierra, de amor hay algún poquito, cinco gotas de dulzura, cuatro gramos de
ternura, sopló y me nació el piquito, las alitas, el plumaje, las paticas el rabito.
Donde puso más cuidado fue en ponerme los ojitos, porque buscaba con ello -que
además de ser tan bellos- reflejar la inocencia que envuelve mi cuerpecito’.
Luis Mariano nos dejó en este paso por
los paisajes floridos de sus campos, el símbolo de un hombre infinitamente
sensible, vibrante en toda su esencia por lo que le rodeaba, a todo hecho y
experiencia transfiguraba en arte poética su vivir, estimulando una serie
infinita de sensaciones, pensamientos y melancolías. Años antes de morir
expresó en forma de ruego su voluntad:
Cuando yo muera / quiero que se cumpla
éste mi ruego / que mi urna sea sencilla / que sea de cedro / hecha a la usanza
antigua / para que mejor carguen mi cuerpo / que mi cadáver repose / antes de
partir al cementerio / bajo del techo de mi rancho humilde / donde tantas
canciones hice al pueblo /... / y no olviden de poner mi cuatro / con
preferencia sobre mi féretro / no puede dejar de ir conmigo / quien fue en mi
vida amigo y compañero / oh cuatro de sonoro acento / sencillo instrumento de
mi pueblo / que mientras más sencillo eres más puro / y mientras más puro eres
más bueno / a ti te debo mucho lo que fui / a ti te debo mucho lo que dejo / ¿y
qué puedo pedir para mi tumba? Una lápida que diga así estos versos / aquí yace
Mariano poeta campesino / cantó a las flores cantó a los pájaros / cantó a la
tierra y cantó a su pueblo.
Cada lenguaje tuyo Luis Mariano, es una tradición, cada sonido tuyo, un símbolo de armonías y texturas, cada verso una fragancia, cada pensamiento un énfasis, una osadía. Tu obra, ¡espléndida! es pacto de compromiso con la vida y con la determinación creadora. Procuramos en el día a día, vivir de lejos la vida que fue tuya, maestro de las flores, abrigo de las ternuras. Nodriza de las querencias, perfumador de todos los caminos, encendedor de crepúsculos, tristeza de atardeceres.
Alexander Lugo Rodríguez
19 de agosto de 2021
A 115 años de luz del poeta de Canchunchú
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