El Cancionero Popular Venezolano, datado en 1919, resume la
obra fundamental de Machado como investigador del patrimonio poético
tradicional del país. Supimos de este olvidado autor gracias al poeta Alfredo
Armas Alfonzo, quien le dedicó unas líneas, allá por 1988 en la presentación
del ejemplar número uno de la revista cultural Marusa. Armas Alfonzo coordinó esa importante publicación semestral
y en ese primer volumen dedica su introito al autor del Cancionero: “Recordar
por eso hoy a José Eustaquio Machado, el José E. Machado del Cancionero
venezolano, es sincero acto de justicia que el Centro de las Culturas Populares y Tradicionales le hace a un
crédulo generoso en la concreción de lo más auténtico del ser colectivo”.
Machado fue un intenso estudioso de nuestras tradiciones,
dotado de un espíritu sensible, se interesó por investigar y compilar el
patrimonio poético-tradicional del país. Las coplas que componen su Cancionero,
las recogió principalmente con la gente del llano, y varios colaboradores que
se sumaron a engrosar estos inolvidables versos. Su importancia en la “canta popular” radica en
que han sido fuente inagotable para versificadores, copleros, danzas y cantos
tradicionales que se han perpetuado en las voces de los más insignes cantores
de nuestro país.
El propio José Eustaquio, en el “Proemio” de Su Cancionero,
explica:
“No nos corresponde encarecer la importancia
o la bondad de esta obra; pero, permítasenos suponer que no será desdeñado nuestro
esfuerzo por recoger y ordenar estas voces de la musa popular, que no llegarán
a los postreros sino como ecos de un acento que con otros se pierde en las
lejanías del pasado”.
Aunque nacido en Caracas, José Eustaquio pudo convivir con
la gente humilde de la provincia, conociendo de primera mano los modos de vida
y costumbres del mundo rural. Así no los retrata Armas Alfonzo:
“Ya se sabe que en su biografía se
pormenorizan oficios de mecánico, comerciante, maestro de escuela y aun el
ingreso azariento a uno de los grupos armados empeñados en la guerra civil como
era propio al país de fines del siglo pasado. Dura elección esta última para un
espíritu sensible como el suyo, esa circunstancia, no obstante, lo puso en
contacto con la ruralidad campesina, cuya música y la literatura de sus versos
y canciones le revelaron que entre el cuadro de trágicas realidades socioeconómicas
persistían valores culturales ricos en vivencias”.
Se agudiza la pupila de nuestro romancero en contacto con
estas vivencias, particularmente con las del oriundo de nuestras pampas y
esteros. Interpretando en sus relatos el sentir y entendimiento del pueblo,
veamos esta comparación que nos brinda Machado de la gesta de nuestros trovadores:
“El Cantaor Llanero recuerda por alguno de
sus rasgos al Trovador de la Edad Media; y así como aquel iba de Corte en Corte
y de Castillo en Castillo suspirando amores al son de su cítara, este va, en
Velorios y Joropos, cantando, al compás de arpa y maracas, sus galerones y
corridos, donde, como dice uno de nuestros escritores, palpita, original y
vivaz, el alma nacional”.
En este sentido nos dice Armas Alfonzo: “La copla, por
ejemplo, testifica veneros de tradición donde se aculturaban los aportes del
mestizaje de europeos, indios y grupos africanos. Así se hace escritor de la
historia e intérprete de su pueblo José Eustaquio Machado”. Sin embargo no se
dejó iluminar por falsos resplandores, ni se encandiló nuestro romancero con
las fatuas pompas de la docta. Por el contario, nos dejó esta aclaratoria:
“Cumplimos el propósito, largo tiempo
acariciado, de reunir en un volumen el mayor número de composiciones de las que
forman el Cancionero Popular de Venezuela. (…) quienes han querido prestar su
concurso a esta obra, no exenta de interés, aun cuando sólo se considere de
mero entretenimiento”.
Y más adelante explica su método de trabajo:
“Nuestro primer pensamiento fue clasificar
estos cantares según la distribución que del proemio se deriva; es decir: los
amorosos, en que predomina la nota sentimental y apasionada; los épicos, que
reflejan el valor un tanto petulante del hijo de las llanuras: los narrativos,
en que la musa popular reviste con caracteres leyendarios hechos históricos que
han herido vivamente la imaginación del vulgo; y los epigramáticos, entre los
cuales algunos son de incuestionable originalidad. Después de muchas
vacilaciones nos resolvimos a darles la colocación que tienen, y a
subdividirlos en el orden en que aparecen”.
En 1924 fue electo individuo de número de la Academia de la
Historia. En su discurso de orden al recibir tan alta distinción, destacó su
pasión por las versificaciones y cantares del pueblo:
“La vida y la historia me enseñan de consuno
que miseria y dolor han sido los dos más grandes maestros de la humanidad, que
miseria y dolor han generado casi todo cuanto ennoblece y dignifica al hombre.
Sentada esta premisa, ya se explica perfectamente el que yo me haya apasionado
por la poesía popular, tan variada y rica, tan llena de sentimientos, y tan
apropiada para estudiar por ella la vida de un pueblo en su triple aspecto
psíquico, físico e histórico”.
A Machado debemos reconocerle su aporte trascedente al conocimiento de lo nacional con ánimo objetivamente esclarecedor. Una vez más Armas Alfonzo traza su vocación como investigador y su perfil humano:
“Autodidacta, bibliófilo por sobre todo, compilador de la
obra del sabio Arístides Rojas, académico de la historia recibido en 1924,
colaborador de El Cojo Ilustrado y venezolano desde sus propios huesos, toda su
capacidad de amor se centró en una Venezuela que le era tan ineludible como el
aire de sus pulmones, por cierto siempre sofocados por el asma que lo atormentó
toda su vida”.
Demostró Machado, apelando a la historia de la literatura
universal, que “los cantos populares no pertenecen a nadie, y que, por
consiguiente, son de todos, sin que pueda reclamar su paternidad ningún pueblo
ni ningún individuo”. En este sentido traduce nuestro romancero unas palabras del
libro LA CHANSON FRANCAISE DU XV AU XX
SIÉCLE:
“Las canciones son la obra anónima de un
pueblo. No se sabe dónde ni cómo nacieron o crecieron. Un hombre que la vida
hiere o acaricia canta su pena o su dicha… Es por esta colaboración secular que
el pueblo, gran artista inconsciente, ha creado la canción, que es obra de todos—y
a veces obra maestra— en que la expresión espontánea del sentimiento puede
alcanzar desde el primer momento la pura belleza literaria”.
A continuación presento una selección del Cancionero, donde resaltan aquellas coplas que han sido grabadas por nuestras
Cantoras y Cantores venezolanos, y miren que son bastante los que se han
nutrido de él. Tomemos en cuenta que tal como enfatiza José Eustaquio, “de
estas cantas, algunas son documentos humanos de positiva importancia para el
estudio de la psiquis nacional en una de sus manifestaciones más típicas”.
JOSÉ E. MACHADO Cancionero Popular Venezolano Cantares y
Corridos Galerones y Glosas. Con varias notas geográficas, histórica, y lingüísticas,
para explicar o aclarar el texto. (Contribución al Folklore venezolano.) EMP.
El Cojo, Caracas - 1 9 19.
En la plenitud de la Pampa el viento de
la noche trajo a nuestros oídos el eco de un canto, doliente como el postrer
lamento de una vida que se extingue. (El Autor)
CANTARES[1]
Por ser la primera
vez
que yo en esta
casa canto,
gloria al Padre,
gloria al Hijo,
gloria al Espíritu
Santo.
(Carlos Bonnet)
Por ser la primera vez
que yo en esta
casa canto
me hago la cruz en
la frente
para librarme de
espanto.
(Carlos Bonnet)
Ayúdame guitarrita
ayúdame cuatro
cuerdas,
que quiero cantar
ahora
para recordar mi
tierra.
(Carlos Bonnet)
Guitarrita, guitarrita,
tienes boca para
hablar
los ojos no más te
faltan
para conmigo
llorar.
(Carlos Bonnet)
Triste canta la paloma,
más triste canta
el paují;
triste está mi
corazón
de tanto pensar en
ti.
(Carlos Bonnet)
Las arenitas del río
corren debajo del
agua;
debajo de mis
cantares
corren las penas
de mi alma.
(Simón Díaz)
El que me oyere cantando
dirá: ¡qué alegre
está aquél!
pero tengo el
corazón
más amargo que la
hiel.
(La Josa: Serenata
Guayanesa)
A mí mismo me da miedo
cuando levanto el
tañío,
porque me hallo
facultoso
y dueño de mi
albedrío[2].
(Arvelo Torrealba)
no le tenga miedo
a naide
que en la copa del
sombrero
cargo la Virgen
del Carmen.
(Francisco Mata)
mataron un
pavorreal,
y del buche le
sacaron
la bandera federal.
(Diversiones
Orientales: Quinteto Contrapunto)
A mí me llaman pagueño,
pero yo no soy del
Pao;
tengo la fe de
bautismo,
pero no soy
bautizao.
(Tonadas de
Ordeño: El Indio Figueredo)
La iguana y el mato de agua
se fueron al
Orinoco:
la iguana no
volvió más,
ni el mato de agua
tampoco.
(Citada por Uslar
Pietri en “Las Lanzas Coloradas”)
El toro pita la vaca,
y el novillo se
retira;
como el novillo
fue toro
la vaca siempre lo
mira.
(Simón Díaz)
Mi caballo y mi mujer
se me murieron a
un tiempo:
mi mujer. . . Dios
la perdone:
mi caballo es lo
que siento.
(“Canto de Ganado”:
Cecilia Todd)
Ya se fue la paraulata
con su canillita
seca;
gavilán no se la
come
porque no tiene
manteca
(Alberto Arvelo
Torrealba)
Maricela se ha perdido
en el camino e
Caracas:
su madre la anda
buscando
con el cinco y las
maracas.
(Baile de
Maricela: Vidal Colmenares)
Tiene un espejo Beatriz
que está que se
vuelve loca,
porque se ha visto
la boca
debajo de la
nariz.
(Perdóneme Sr.
Cura: Ismael Querales)
Alumbro como una vela.
y corro más que un
caballo,
si me ponen contra
el viento
vuelo más que un papagayo.
(Don Pío Álvarado)
A mi me llaman el tonto,
el tonto de mi
lugar;
todos comen
trabajando,
yo cómo sin
trabajar.
(El Venao: Carota,
Ñema y Tajá)
A mi me llaman zoquete,
y por zoquete me
tengo;
y cuando los vivos
van
yo que soy zoquete
vengo.
(El Venao: Carota,
Ñema y Tajá)
Niña que vistes de luto
díme quien se te
murió:
si se te murió tu
amante
no llores, que
aquí estoy yo.
(Golpe y Estribillo: Serenata Guayanesa)
Una vieja me dio un beso
que me tiene
enmabitao;
los besos que dan
las viejas
saben a cacho
quemao.
(“Carnaval”:
Quinteto Contrapunto)
Estrella de la mañana,
claro lucero del
día,
¿por qué no me
despertaste
cuando se fue el
alma mía?
(Simón Díaz)
A las cinco muere el sol
en los brazos de
la tarde,
por eso la triste
noche
viste de negros
pañales.
(“Canto de Ganado”:
Cecilia Todd)
Luna que alumbras la tierra,
préstame tu
claridá
para seguirle los
pasos
a una ingrata que
se va.
(Simón Díaz)
Lucero de la mañana,
de la mañana
lucero,
¿cómo te vas y me
dejas
cuando soy tu
compañero?
(Cantos de
Trabajo: Serenata Guayanesa)
Ah, caramba, compañero,
como no voy a llorar
si los grillos que
me quitan
me los vuelven a
pegar.
(Pajarillo Verde –golpe oriental- Rec. El
Indio Rivera)
Estas muchachas de ahora
si que usan buen
peinao;
debajo de la
crineja
tienen el piojo a
puñao.
(O será vapor:
Rucaneo del Mabil)
Las muchachas de Caracas
tienen mucha
fantasía;
camisones muy
bonitos
y la barriga
vacía.
(Perdóneme Señor
Cura: Ismael Querales, “Canturías”)
Ventanita, ventanita,
dímele a la que te
cierra
que si se acuerda
de mí
como yo me acuerdo
de ella.
(Ví a Rosita: Pio
Alvarado)
En nombre de Dios comienzo
a retratar a mi
dueño,
desde la punta del
pie
hasta el último
cabello.
(Tamunangue)
Mañana por la mañana
riega
tu patio de flores
que
te viene a visitar
la
Virgen de los Dolores.
(Simón Díaz)
Si el amor que puse en ti
tan
firme y tan verdadero
lo
hubiera puesto en mi Dios,
hubiera
ganado el cielo.
(Gualberto
Ibarreto)
No se vaya, señor cura,
que
ya el sancocho va a estar;
tiene
yuca, tiene ñame,
tiene
batata moráa.
(Perdóneme Señor
Cura: Ismael Querales, “Canturías”)
Yo miré una garza blanca
dándole
combate al río;
así
está tu corazón
dándole
combate al mío.
(Tonada
de Luna Llena: Simón)
Galerón por la mañana,
galerón
a mediodía,
galerón
a todas horas
como
si fuera comía.
(Estrofa
del Galerón del Tamunangue)
Mañana por la mañana
riega
tu patio de flores
que
te viene a visitar
la
Virgen de los Dolores.
(Simón Díaz)
Allá arriba, en aquel alto
tengo
un pozo de agua clara
donde
se lava la Virgen
los
piecitos y la cara.
-¡Nube
blanca. Nube blanca!-
(Simón Díaz)
Estrella de la mañana,
claro
lucero del día,
cómo
no me despertaste
cuando
se iba el alma mía.
-¡Clavelito!
¡Clavelito!-
(Simón Díaz)
Noche oscura y tenebrosa
préstame
tu claridad
para
seguirle los pasos
a
una ingrata que se va.
(Simón Díaz)
[1] Seis de estas coplas son
utilizadas por Carlos Bonnet en su Joropo “Querellas
de un Pampero”
[2]
Cuarteta que utiliza Alberto Arvelo Torrealba como “pie” de las décimas en su
libro “Glosas al Cancionero” (1940)
Felicitaciones y gracias Maestro Alexander por mantener viva nuestras fuentes de inspiración que nos realimentan y nutren espiritualmente, además de instruirnos.
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