A pocos años de su nacimiento,
ocurrido un doce de marzo de 1928, se reveló como un niño especialmente dotado
para el inefable mundo de los sonidos. Aunque algunos señalan que aprendió
solo, su padre Rafael Romero lo inició en el arte de la música, oficio que era
su modo de vida, la cual se ganaba tocando en bailes y dirigiendo bandas
municipales. Se dice que a los nueve años Aldemaro ya “tocaba la guitarra y
cantaba en la hora infantil de la radio” de su pueblo natal, Valencia. En las
primeras décadas del siglo pasado era Valencia un pueblo grande, tranquilo y
muy colorido en su arquitectura.
Cuando cumplió los catorce años la
familia se muda a Caracas, el joven Aldemaro ya le había agarrado el gusto a
presentarse en la radio y, era de esperarse, comenzó a escaparse de su casa
para tocar -ahora como pianista- en varias emisoras caraqueñas, pero además en
algunos piano-bares y cabarets, de donde su indignado padre “iba a sacarlo por
las orejas”.
Poco podían hacer ya para
desalentarlo de sus propósitos artísticos, la comprensiva, aunque firme madre
Doña Luisa y el siempre riguroso Don Rafael. Por lo que al poco tiempo despliega
su ímpetu de músico “guataquero y mata-tigre”, tocando en los sitios de moda de
la época, como el hotel Majestic, el Copacabana o El Patio, donde además llego a conocer importantes figuras como
Celia Cruz o Elena Burke. Así lo refiere él:
“Mi carrera musical comenzó con las
enseñanzas de mi padre y el segundo comienzo fue en Caracas cuando llego y
quedo perplejo ante esta urbe, esta cantidad de gente, una cantidad de
radioemisoras, sitios nocturnos donde actuaban los artistas. ¡Yo quería
pertenecer a ese mundo! Mi papá tenía temor de que yo fuera músico, y tenía un
temor justificado porque siendo él músico habíamos pasado mucha hambre, y él no
quería que yo corriera la misma suerte. Mi mamá era más exagerada, mi mamá
quería que yo fuera cura. Una de las extravagancias de mi papá era salir de
noche a ver las vidrieras del centro de Caracas con mi mamá del brazo y pasó
frente al cabaret ese, el piano bar que hay ahí y me oyó tocar desde afuera y
dijo ahí está el muchacho y entró y me sacó por una oreja”.
También desde muy joven sintió
Aldemaro ser poeta, y acaso por serlo se le negó el reconocimiento que merecía.
Pero su descollante impulso por trascender lo llevó a emprender con éxitos sus
quimeras. De trato no siempre fácil, sus relaciones fueron muchas veces
tormentosas, se supo rodear de gente querida y no faltaron los episodios que
con el tiempo nunca se terminan de comprender, como su rompimiento temprano con
la pedagogía del maestro Sojo o sus eternas rivalidades con ‘Billo’ Frómeta.
A decir de amigos cercanos, Aldemaro
“fue un hombre bastante polémico e irascible
a veces”, de su espíritu controvertible surgieron expresiones habladas y
escritas que incomodaron a muchos sin duda. Manuel Graterol Santander (‘Graterolacho’)
recuerda a su entrañable amigo: “siempre le han criticado al maestro
Aldemaro las rabietas y el querre querre,
pero eso es pasable con una persona con tantas virtudes como él”.
Un personaje importante en su
formación musical, aunque nunca le dio clases directamente, fue Luis Alfonzo Larrain,
el director y arreglista de la Orquesta de baile más cotizada en la Caracas de los años cincuenta. Larrain fue modelo para Aldemaro como hombre de los medios
de comunicación, particularmente de radio y televisión, la publicidad, autor de
cuñas comerciales, así como pionero en la industria del disco y también como
dirigente gremial en pro de los músicos y compositores. Todas estas facetas
fueron luego abordadas con gran éxito por Aldemaro Romero, y es relevante
observar como desde niño lo admiró. Veamos el siguiente relato de ‘El mago de la
música bailable” como se le conocía a Luis Alfonzo:
“Se me presentó en Radio Caracas, era yo director musical, un muchachito
de quince años serían, se presenta con un papel de música, y me dice: ‘Mire yo escribo
música y compongo’. ¿Ah si? ‘Mire yo hice este bolero a ver qué le parece, si
le gusta para meterlo en la orquesta suya verdad’. Bueno dámelo acá. ‘Guárdelo
que yo vengo mañana’. Entonces me puse a verlo y veo en realidad muy bonita la
música compuesta. Cuando llegó le dije mira esto está muy bonito pero esto no
es una pieza, esto son tres piezas, porque tú has hecho tres estilos distintos…,
así que aprovéchalas, vas a tener tres piezas en vez de una. ‘Ah bueno yo lo
hago, yo entendí perfectamente’. Y se fue. Al día siguiente volvió: ‘Mire aquí
está una de ellas la que más me gusta’. La tenía hecha para la orquesta
incluso, y me dice: ‘¿Qué le parece?’ Y le dije: bueno déjamela, y la ensayé,
buenaza toda, bonita y bien arreglada. ¿Y el arreglo lo hiciste tú? ‘Siii claro’.
Concho talentoso este muchacho. Entonces le dije vente para que conversemos un
poco. Se vino el otro día. Le dije mira a ti no te gustaría trabajar de esto:
hacer arreglos para la orquesta. Me dijo: ‘Ah como no’. Y empezó a trabajar,
era un sueldito pero le caía a él muy bien… Entonces me trajo piezas para la
orquesta, buenazas. Y se transformó en arreglador de la orquesta mía”.
Aldemaro por su parte reconoce esa
fabulosa experiencia con la orquesta de Larrain:
“Él
puso en mis manos un laboratorio gratis, para yo probar lo que estaba
aprendiendo, porque me puso una orquesta muy buena para la cual yo escribía. Él
me compraba los arreglos pero yo se los hubiera hecho gratis nada más que por
la oportunidad de aprender con aquella orquesta lo que yo estaba escribiendo. Porque
yo aprendí solo, aprendía oyendo, comentando, leyendo y en la práctica. Y entonces
la orquesta me servía como un laboratorio perenne”.
Todo esta experiencia contribuyó a
definir su carrera, con su original estilo de pianista y compositor de
canciones populares, así como también le permitió adquirir conocimientos que
luego amplió con la orientación que recibiera del gran pianista y compositor
Moisés Moleiro y del maestro Rafael Minaya, quien lo introdujo en la
orquestación moderna y el jazz.
Por
sus excelentes relaciones internacionales y su trabajo de gran impacto en diversos
países de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, fue reconocido y laureado con
importantes logros, como el “Premio de la
Paz de los Intelectuales Soviéticos”, por su música en la película “La Epopeya de Bolívar”, en el Festival
de Cine de 1969 en Rusia. Asimismo gana en 1974 el “1er. Premio como Arreglista y Director en el Festival de la Canción Latina
de México”, en el 75 el “Superestrella
Internacional en el Music-Expo de Miami”, en 1976 resulta ganador del Festival de Mallorca, y en 1977 de las Olimpiadas Musicales de Grecia.
Fue
nombrado el primer director general del Poliedro de Caracas, fundador y
director principal de la Filarmónica de Caracas, a partir de los años ochenta
es conductor de diversos programas de Radio y Televisión. En el año 2000 recibe
el Premio Nacional de Música de Venezuela y en el 2006 se le otorgan tres
Doctorados Honoris Causa. Autor de cinco libros y artículos en diversos
periódicos. Con el libro “Cosas de La
Música”, obtiene la Mención Honorífica al Premio Municipal de Literatura
1992, y al año siguiente gana el Premio al Mejor Artículo Humorístico del
diario El Nacional.
También llegó a ser electo Presidente de la Asociación Musical y Senador del antiguo Congreso de la República. Pero no se le recuerda por estos méritos, altas distinciones y cargos públicos, sino por ser un músico completo y sobre todo por la creación de un género que renovó la interpretación de la música tradicional venezolana, su ‘Onda Nueva’.
Convencido, como muchos otros
músicos, de que los repertorios de la tradición musical venezolana merecen el mayor
de los reconocimientos, su invención de la Onda
Nueva fue en verdad la búsqueda de un formato que pudiera competir con
otros géneros y situarse en los oídos del mundo como ya estaban otros poderosos
géneros musicales de Latinoamérica. Aldemaro solo siguió su instinto y pulsaciones:
“Bueno es que yo soy creador,
yo invento cosas en la cabeza, inclusive he sido así desde pequeño. Cuando yo
estaba pequeño yo oía tocando música y se me ocurrían cosas que superponer a la
música que yo estaba oyendo. Pero eran creaciones mías”.
La Onda Nueva significó no solo una innovación en el ritmo, o un simple cambio de instrumentación, sino todo un concepto del manejo del lenguaje que hace de esta música algo especial, que suena siempre renovada y fresca, una música eternamente joven y dinámica. Aldemaro le dio forma y la elevó con un repertorio de hermosas canciones.
Una de sus primeras “divas” del
canto fue María Teresa Chacín:
“Las
canciones de Aldemaro se pierden de vista porque es un músico muy completo y su
melodía con sus letras son algo maravilloso que para nosotros a veces es un
reto. Aldemaro es un músico ante todo. Por ejemplo, la que acabo de grabar ‘De
Conde a Principal’, él mismo me decía no, eso es muy difícil. ¡Y qué letra! qué
letra tan bella. Estuvo 37 años sin letra y ahora me la hizo para este disco.
Yo considero como dos o tres generaciones que han sido influenciadas por esa
música: Huáscar Barradas, Ilan Chester, Ofelia del Rosal, María Rivas”.
“Aldemaro trabajó un tiempo en ‘Radio Caracas’, y después
de su contrato decidió marcharse a Estados Unidos, para estudiar y componer y
para hacer cosas diferentes. De este periodo de su vida nace un momento muy
feliz, la grabación de un disco que hizo historia en Venezuela y en el Mundo
entero, que se llama ‘Dinner en Caracas’, que vendió millones de discos. Este
disco fue producido para la RCA y luego le pidieron a Aldemaro, en la misma
serie: ‘Dinner en Bogotá’, Dinner en varias partes. Pero ninguno tuvo la
importancia y la trascendencia de la música venezolana bien hecha como la hizo
Aldemaro Romero en “Dinner en Caracas”.
Con relación a ese famoso disco y su autor, señala el maestro Jesús Soto:
“Yo
lo vengo siguiendo desde los años cincuenta cuando él tenía su orquesta. Yo
tengo discos… desde que sacó “Dinner en Caracas”. En realidad el gran impacto
que yo sentí, un impacto muy personal, fue cuando Aldemaro empezó a escribir
esas maravillosas canciones, y a cantarlas él mismo. Y yo recuerdo haber
escrito de mi fascinación… Y tal vez por eso yo canté ‘Hablaré Catalán’. Cuando
yo lo grabé finalmente, que Chuchito (Sanoja) me dijo: ‘pero está bien así
Soto, no exijas más, está bien’. Y yo le dije: cuando Aldemaro oiga esto me va
a matar”.
De la denominación del nuevo género musical, señala Jacques Braunstein: “Comienza a tocar una música que me gustó muchísimo, y después que terminó, Aldemaro me preguntó: ¿cómo llamarías tú esa música? Le dije: a mí me suena como Onda Nueva”. Simón Díaz recuerda su amistad y la canción que le dedicó:
“Aldemaro sí me compuso una a
mí, la que se llama Carretera. Por cierto yo lo invité para llevármelo para el
llano, yo lo llevé en mi carro…, él no conocía el llano, por primera vez iba a
ver su llano… Y ese llano lo ve tan largo y tan inmenso que compuso una
canción. Y después me dijo: ‘esa canción te la compuse a ti, se llama
Carretera”.
Aldemaro Romero, quien fallece un 15
de septiembre de 2007, relata cómo fue el proceso de creación de su propuesta
para la música popular venezolana: “Entonces yo en vez de hacer un trío con
arpa, cuatro y maracas, lo hice con piano, bajo y batería. Y ‘El Pavo’ (Frank)
contribuyó con el golpe de la batería que tiene la Onda Nueva, que es autoría
de él”. Y nos revela: “Se me ocurrió la idea de crear una música venezolana que
compitiera con la bossa nova de Brasil que estaba de moda y la música de
Piazzola. Todos estos países tenían su música propia nueva, renovada y
Venezuela no la tenía”.
Pudo contar el país, desde el año
1968 con este nuevo género que vino a enriquecer y dinamizar su música popular.
Aldemaro Romero innovó, impulsó y logró brindar un gran aporte a nuestra música
popular y sobretodo promovió y proyectó la música venezolana, tanto con sus creaciones
de corte académico-sinfónicas como aquella basada en los ritmos tradicionales y
populares.
En este sentido, quizás sea Aldemaro
de los que más ha comprendido e innovado los géneros musicales del país, y uno
de sus grandes operadores, pues partiendo de los repertorios populares ha
construido una sonoridad que reconocemos como propia pero que se abre con destreza
y singularidad hacia otros territorios, a otras esferas sonoras de gran impacto
social y cultural para los venezolanos.
Alexander Lugo Rodríguez
11
de septiembre de 2021. Con la luna en cuarto creciente
Excelente artículo. Solo le falta la música.
ResponderEliminarGracias Alí. en el enlace de arriba se puede escuchar una pieza de Aldemaro!
ResponderEliminar