sábado, 11 de septiembre de 2021

¡QUÉ ONDA ALDEMARO! -A 94 años de su nacimiento-. Por Alexander Lugo

 




A pocos años de su nacimiento, ocurrido un doce de marzo de 1928, se reveló como un niño especialmente dotado para el inefable mundo de los sonidos. Aunque algunos señalan que aprendió solo, su padre Rafael Romero lo inició en el arte de la música, oficio que era su modo de vida, la cual se ganaba tocando en bailes y dirigiendo bandas municipales. Se dice que a los nueve años Aldemaro ya “tocaba la guitarra y cantaba en la hora infantil de la radio” de su pueblo natal, Valencia. En las primeras décadas del siglo pasado era Valencia un pueblo grande, tranquilo y muy colorido en su arquitectura.   

Cuando cumplió los catorce años la familia se muda a Caracas, el joven Aldemaro ya le había agarrado el gusto a presentarse en la radio y, era de esperarse, comenzó a escaparse de su casa para tocar -ahora como pianista- en varias emisoras caraqueñas, pero además en algunos piano-bares y cabarets, de donde su indignado padre “iba a sacarlo por las orejas”.

Poco podían hacer ya para desalentarlo de sus propósitos artísticos, la comprensiva, aunque firme madre Doña Luisa y el siempre riguroso Don Rafael. Por lo que al poco tiempo despliega su ímpetu de músico “guataquero y mata-tigre”, tocando en los sitios de moda de la época, como el hotel Majestic, el Copacabana o El Patio, donde además llego a conocer importantes figuras como Celia Cruz o Elena Burke. Así lo refiere él:

Mi carrera musical comenzó con las enseñanzas de mi padre y el segundo comienzo fue en Caracas cuando llego y quedo perplejo ante esta urbe, esta cantidad de gente, una cantidad de radioemisoras, sitios nocturnos donde actuaban los artistas. ¡Yo quería pertenecer a ese mundo! Mi papá tenía temor de que yo fuera músico, y tenía un temor justificado porque siendo él músico habíamos pasado mucha hambre, y él no quería que yo corriera la misma suerte. Mi mamá era más exagerada, mi mamá quería que yo fuera cura. Una de las extravagancias de mi papá era salir de noche a ver las vidrieras del centro de Caracas con mi mamá del brazo y pasó frente al cabaret ese, el piano bar que hay ahí y me oyó tocar desde afuera y dijo ahí está el muchacho y entró y me sacó por una oreja”.

También desde muy joven sintió Aldemaro ser poeta, y acaso por serlo se le negó el reconocimiento que merecía. Pero su descollante impulso por trascender lo llevó a emprender con éxitos sus quimeras. De trato no siempre fácil, sus relaciones fueron muchas veces tormentosas, se supo rodear de gente querida y no faltaron los episodios que con el tiempo nunca se terminan de comprender, como su rompimiento temprano con la pedagogía del maestro Sojo o sus eternas rivalidades con ‘Billo’ Frómeta.

A decir de amigos cercanos, Aldemaro “fue un hombre bastante polémico e irascible a veces”, de su espíritu controvertible surgieron expresiones habladas y escritas que incomodaron a muchos sin duda. Manuel Graterol Santander (‘Graterolacho’) recuerda a su entrañable amigo: “siempre le han criticado al maestro Aldemaro las rabietas y el querre querre, pero eso es pasable con una persona con tantas virtudes como él”.

Un personaje importante en su formación musical, aunque nunca le dio clases directamente, fue Luis Alfonzo Larrain, el director y arreglista de la Orquesta de baile más cotizada en la Caracas de los años cincuenta. Larrain fue modelo para Aldemaro como hombre de los medios de comunicación, particularmente de radio y televisión, la publicidad, autor de cuñas comerciales, así como pionero en la industria del disco y también como dirigente gremial en pro de los músicos y compositores. Todas estas facetas fueron luego abordadas con gran éxito por Aldemaro Romero, y es relevante observar como desde niño lo admiró. Veamos el siguiente relato de ‘El mago de la música bailable” como se le conocía a Luis Alfonzo:

Se me presentó en Radio Caracas, era yo director musical, un muchachito de quince años serían, se presenta con un papel de música, y me dice: ‘Mire yo escribo música y compongo’. ¿Ah si? ‘Mire yo hice este bolero a ver qué le parece, si le gusta para meterlo en la orquesta suya verdad’. Bueno dámelo acá. ‘Guárdelo que yo vengo mañana’. Entonces me puse a verlo y veo en realidad muy bonita la música compuesta. Cuando llegó le dije mira esto está muy bonito pero esto no es una pieza, esto son tres piezas, porque tú has hecho tres estilos distintos…, así que aprovéchalas, vas a tener tres piezas en vez de una. ‘Ah bueno yo lo hago, yo entendí perfectamente’. Y se fue. Al día siguiente volvió: ‘Mire aquí está una de ellas la que más me gusta’. La tenía hecha para la orquesta incluso, y me dice: ‘¿Qué le parece?’ Y le dije: bueno déjamela, y la ensayé, buenaza toda, bonita y bien arreglada. ¿Y el arreglo lo hiciste tú? ‘Siii claro’. Concho talentoso este muchacho. Entonces le dije vente para que conversemos un poco. Se vino el otro día. Le dije mira a ti no te gustaría trabajar de esto: hacer arreglos para la orquesta. Me dijo: ‘Ah como no’. Y empezó a trabajar, era un sueldito pero le caía a él muy bien… Entonces me trajo piezas para la orquesta, buenazas. Y se transformó en arreglador de la orquesta mía”.

 

Aldemaro por su parte reconoce esa fabulosa experiencia con la orquesta de Larrain:

“Él puso en mis manos un laboratorio gratis, para yo probar lo que estaba aprendiendo, porque me puso una orquesta muy buena para la cual yo escribía. Él me compraba los arreglos pero yo se los hubiera hecho gratis nada más que por la oportunidad de aprender con aquella orquesta lo que yo estaba escribiendo. Porque yo aprendí solo, aprendía oyendo, comentando, leyendo y en la práctica. Y entonces la orquesta me servía como un laboratorio perenne”.

 


Todo esta experiencia contribuyó a definir su carrera, con su original estilo de pianista y compositor de canciones populares, así como también le permitió adquirir conocimientos que luego amplió con la orientación que recibiera del gran pianista y compositor Moisés Moleiro y del maestro Rafael Minaya, quien lo introdujo en la orquestación moderna y el jazz.

         Por sus excelentes relaciones internacionales y su trabajo de gran impacto en diversos países de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, fue reconocido y laureado con importantes logros, como el “Premio de la Paz de los Intelectuales Soviéticos”, por su música en la película “La Epopeya de Bolívar”, en el Festival de Cine de 1969 en Rusia. Asimismo gana en 1974 el “1er. Premio como Arreglista y Director en el Festival de la Canción Latina de México”, en el 75 el “Superestrella Internacional en el Music-Expo de Miami”, en 1976 resulta ganador del Festival de Mallorca, y en 1977 de las Olimpiadas Musicales de Grecia.

Fue nombrado el primer director general del Poliedro de Caracas, fundador y director principal de la Filarmónica de Caracas, a partir de los años ochenta es conductor de diversos programas de Radio y Televisión. En el año 2000 recibe el Premio Nacional de Música de Venezuela y en el 2006 se le otorgan tres Doctorados Honoris Causa. Autor de cinco libros y artículos en diversos periódicos. Con el libro “Cosas de La Música”, obtiene la Mención Honorífica al Premio Municipal de Literatura 1992, y al año siguiente gana el Premio al Mejor Artículo Humorístico del diario El Nacional.

También llegó a ser electo Presidente de la Asociación Musical y Senador del antiguo Congreso de la República. Pero no se le recuerda por estos méritos, altas distinciones y cargos públicos, sino por ser un músico completo y sobre todo por la creación de un género que renovó la interpretación de la música tradicional venezolana, su ‘Onda Nueva’



Convencido, como muchos otros músicos, de que los repertorios de la tradición musical venezolana merecen el mayor de los reconocimientos, su invención de la Onda Nueva fue en verdad la búsqueda de un formato que pudiera competir con otros géneros y situarse en los oídos del mundo como ya estaban otros poderosos géneros musicales de Latinoamérica. Aldemaro solo siguió su instinto y pulsaciones:

“Bueno es que yo soy creador, yo invento cosas en la cabeza, inclusive he sido así desde pequeño. Cuando yo estaba pequeño yo oía tocando música y se me ocurrían cosas que superponer a la música que yo estaba oyendo. Pero eran creaciones mías”.

 La Onda Nueva significó no solo una innovación en el ritmo, o un simple cambio de instrumentación, sino todo un concepto del manejo del lenguaje que hace de esta música algo especial, que suena siempre renovada y fresca, una música eternamente joven y dinámica.  Aldemaro le dio forma y la elevó con un repertorio de hermosas canciones.

Una de sus primeras “divas” del canto fue María Teresa Chacín:

“Las canciones de Aldemaro se pierden de vista porque es un músico muy completo y su melodía con sus letras son algo maravilloso que para nosotros a veces es un reto. Aldemaro es un músico ante todo. Por ejemplo, la que acabo de grabar ‘De Conde a Principal’, él mismo me decía no, eso es muy difícil. ¡Y qué letra! qué letra tan bella. Estuvo 37 años sin letra y ahora me la hizo para este disco. Yo considero como dos o tres generaciones que han sido influenciadas por esa música: Huáscar Barradas, Ilan Chester, Ofelia del Rosal, María Rivas”.

 El productor radial rumano-venezolano Jacques Braunstein, quien mantuvo durante 54 años el programa radial “La voz del jazz”, fue la persona que bautizó el invento sonoro de Aldemaro -con el gran aporte rítmico del “Pavo” Frank Hernández en la batería- como Onda Nueva. En una entrevista publicada en la revista Sala de Espera señaló Braunstein: “Tengo muy buenos recuerdos en estos 53 años. He tenido la dicha de haber entrevistado a artistas muy interesantes y famosos como Thelonious Monk, Paquito de Rivera, Dizzy Gillespie, Aldemaro Romero o Eddie Palmieri”. Con respecto al creador de la Onda Nueva expresó:

Aldemaro trabajó un tiempo en ‘Radio Caracas’, y después de su contrato decidió marcharse a Estados Unidos, para estudiar y componer y para hacer cosas diferentes. De este periodo de su vida nace un momento muy feliz, la grabación de un disco que hizo historia en Venezuela y en el Mundo entero, que se llama ‘Dinner en Caracas’, que vendió millones de discos. Este disco fue producido para la RCA y luego le pidieron a Aldemaro, en la misma serie: ‘Dinner en Bogotá’, Dinner en varias partes. Pero ninguno tuvo la importancia y la trascendencia de la música venezolana bien hecha como la hizo Aldemaro Romero en “Dinner en Caracas”.

     Con relación a ese famoso disco y su autor, señala el maestro Jesús Soto:

“Yo lo vengo siguiendo desde los años cincuenta cuando él tenía su orquesta. Yo tengo discos… desde que sacó “Dinner en Caracas”. En realidad el gran impacto que yo sentí, un impacto muy personal, fue cuando Aldemaro empezó a escribir esas maravillosas canciones, y a cantarlas él mismo. Y yo recuerdo haber escrito de mi fascinación… Y tal vez por eso yo canté ‘Hablaré Catalán’. Cuando yo lo grabé finalmente, que Chuchito (Sanoja) me dijo: ‘pero está bien así Soto, no exijas más, está bien’. Y yo le dije: cuando Aldemaro oiga esto me va a matar”.

     De la denominación del nuevo género musical, señala Jacques Braunstein: “Comienza a tocar una música que me gustó muchísimo, y después que terminó, Aldemaro me preguntó: ¿cómo llamarías tú esa música? Le dije: a mí me suena como Onda Nueva”. Simón Díaz recuerda su amistad y la canción que le dedicó:

“Aldemaro sí me compuso una a mí, la que se llama Carretera. Por cierto yo lo invité para llevármelo para el llano, yo lo llevé en mi carro…, él no conocía el llano, por primera vez iba a ver su llano… Y ese llano lo ve tan largo y tan inmenso que compuso una canción. Y después me dijo: ‘esa canción te la compuse a ti, se llama Carretera”.


Aldemaro Romero, quien fallece un 15 de septiembre de 2007, relata cómo fue el proceso de creación de su propuesta para la música popular venezolana: “Entonces yo en vez de hacer un trío con arpa, cuatro y maracas, lo hice con piano, bajo y batería. Y ‘El Pavo’ (Frank) contribuyó con el golpe de la batería que tiene la Onda Nueva, que es autoría de él”. Y nos revela: “Se me ocurrió la idea de crear una música venezolana que compitiera con la bossa nova de Brasil que estaba de moda y la música de Piazzola. Todos estos países tenían su música propia nueva, renovada y Venezuela no la tenía”.

Pudo contar el país, desde el año 1968 con este nuevo género que vino a enriquecer y dinamizar su música popular. Aldemaro Romero innovó, impulsó y logró brindar un gran aporte a nuestra música popular y sobretodo promovió y proyectó la música venezolana, tanto con sus creaciones de corte académico-sinfónicas como aquella basada en los ritmos tradicionales y populares.

En este sentido, quizás sea Aldemaro de los que más ha comprendido e innovado los géneros musicales del país, y uno de sus grandes operadores, pues partiendo de los repertorios populares ha construido una sonoridad que reconocemos como propia pero que se abre con destreza y singularidad hacia otros territorios, a otras esferas sonoras de gran impacto social y cultural para los venezolanos.

 

Alexander Lugo Rodríguez

11 de septiembre de 2021. Con la luna en cuarto creciente





  


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