viernes, 30 de julio de 2021

Alberto “Beto” Valderrama Patiño. En la búsqueda de su soñado mensaje. Por Alexander Lugo



 

Poseedor de una herencia y tradición musical en línea directa por parte de sus abuelos maternos y de sensibilidad poéticas por los paternos. Herencia que se templó al calor e intensidad del mar caribe, y se pobló de azules en la melancolía de aquellos cantos venidos en “galeones” españoles para preñar de Jotas, Malagueñas, Polos y Galerones, la Isla de “Paraguachoa”.

 

Nacido el 30 de julio de 1949 en la población de El Cercado, Nueva Esparta, y criado en un hogar de músicos. Fueron sus padres Juana Pastora Patiño y Alberto Justiniano Valderrama y desde pequeño comienza a sentir la huella de sus ancestros. Señala “Beto”, en una conversa franca:

 

“… al Cercado llegó un señor en el s. XVIII de nombre Juan Francisco Patiño, este señor tocaba un instrumento que se presume era una vihuela; Juan Francisco era abuelo de mi bisabuelo. Por su parte mi bisabuelo, el señor Antero Patiño, tocaba la bandola, y mi abuelo la mandolina y el cuatro; con él y mi tío me inicio en la música.

 

Su abuelo paterno cruzará su nombre para bautizar al hijo y tanto Justiniano Alberto como Alberto Justiniano, -ambos juglares populares-, cultivarán la décima para el velorio de cruz, los judas o la anécdota pueblerina.

 

Esta herencia poético-musical lo definirá desde temprana edad, y ya a los nueve años comienza a familiarizarse con el Cuatro, la Guitarra y posteriormente con la Mandolina –que tomaba a escondidas del abuelo, Don Cecilio Patiño- instrumento que le acompañará de por vida junto con la bandola.

 

Ya estudiando en la Escuela de Música “Inocente Carreño” de Porlamar, conoce al profesor Luis Manuel González, quien será su gran maestro. Allí también estudió con Augusto R. Fermín, con “Chilo” Guerra y con el gran guitarrista Rómulo Lazarde, desaparecido hace pocos meses. Más adelante en un encuentro casual con el profesor Manuel Briceño, venido de Caracas, acuerdan los estudios:

 

“…Entonces estuvo aquí en Margarita el profesor Manuel Briceño, que era un mandolinista y músico reconocido en Caracas, y él me vio tocando… Entonces me dijo: ‘Chico yo estoy a la orden. Yo vivo en Caracas. Veo que tú tienes muchas condiciones, ¡Cónchale que facilidad para tocar…”. Me dio su dirección y su teléfono”.

 

Y Así lo hará “Beto”, durante un tiempo estará viajando a Caracas, ida por vuelta, para aprovechar las enseñanzas del maestro Briceño. Sin embargo no desestima su aprendizaje con sus primeros docentes, como el maestro Augusto Fermín, con quien desarrolla una fructífera relación tanto musical como afectiva, unida a una sólida relación con los destacados músicos insulares: Rómulo Lazarde, José Ramón Villarroel, Francisco Mata, Chico Real, Augusto Ramos, “Chelias” Villarroel, y otros destacados cultores margariteños.

 

Ya para esa época había creado su propio conjunto: “Los Yares”, presentándose con mucho éxito en actos y centros culturales, así como en la emisora “Radio Nueva Esparta”, la única que existía en aquellos tiempos. Con ellos dará gran cantidad de serenatas por toda la Isla.

 

Será el maestro Briceño en Caracas, quien le recomiende adiestrarse en el conocimiento del lenguaje musical: “Mire, usted tiene que ponerse a estudiar Teoría y Solfeo, porque sino no puede avanzar”. Así lo hará, sin embargo nunca quedará satisfecho:

 

“Entonces existía el maestro Luis Manuel Gutiérrez –‘Maneque’- que incluso, fue maestro de Modesta Bor… Yo me fui con mi primo Gustavo que también tocaba guitarra y llegamos allá. -‘Bueno, ¿y qué quieren ustedes?’ nos preguntó. -‘Bueno maestro…’ y le explicamos. -‘Como no muchachos’, nos dijo con aquella gran sencillez. Bueno y empecé a estudiar con él la parte teórica, así en forma muy esporádica. No iba constantemente, iba cada quince días. Era en Juangriego. A veces tenía que irme a pie; otra en bicicleta. Era muy dura la cosa… Sin embargo, no veía, ¡no encontraba el lenguaje musical que yo soñaba”.

 

El maestro “Beto” Valderrama desde comienzos de los años sesenta participa en numerosos grupos musicales, entre ellos: “Los Guaiqueríes” de Francisco Mata, “Rondalla Universitaria Margariteña”, “Cuerdas de la Villa del Norte”, y el grupo “Los Ñeros”. Y su intervención como primera mandolina en más de 30 discos de larga duración de música folklórica y popular venezolana; incluyendo seis LP, como solista y director musical.

Su experiencia en el campo de la música lo ha llevado mucho más allá del campo de las composiciones. Es autor de varios textos y métodos de estudios, así como del libro “Margarita su Música y sus Músicos”. El poeta Ángel Félix Gómez, en el prólogo de este libro expresa:

 

“Beto Valderrama es un músico de escuela pero es que ya Beto había nacido músico. Desde niño tuvo dominio de los instrumentos de cuerdas, con los cuales acompañó a los cantores de galerón. Hizo correr sus ágiles dedos por la cuerdas de mandolinas para acompañar el canto melancólico del cantor de Jota margariteña”.

 

Hubo un impacto en su nacimiento que lo marcará. Un emocionado “Beto” lo describe así:

“Prácticamente mi nacimiento fue bastante accidentado, porque mi mamá murió en el parto, una hora después de yo haber nacido, por las circunstancias de aquella época. Yo nací en casa de mis abuelos, atendida mi mamá por una partera y esas circunstancias, pues, de que en Margarita no había todavía hospitales,… Mi papá estaba en los campos petroleros, en el Zulia, en esa época, buscando trabajo como normalmente hacia todo margariteño. Entonces me crie con mis abuelos maternos. Precisamente, de ahí viene la inclinación hacia la música, porque mi abuelo materno era músico popular”.

 

De su debut con la mandolina, su instrumento por excelencia, nos dirá:

“La primera vez que yo toqué mandolina, lo hice en un programa de radio, porque el Conjunto “Guaiquerí” tenía una pieza de moda para esa época, que ceo que era “María Pancha”, y nosotros teníamos un programa de radio todos los domingos, con un conjunto llamado Los Yares,… Yo hice mi propio grupo a esa edad, a los 14 años, y debutamos en radio con el grupo. Allí en ese programa acompañé a uno de los muchachos que estaba cantando en el grupo, a tocar esa canción, y ahí comencé con la mandolina. Pero, claro ya tenía un poquito de cierta facilidad de adaptarme al instrumento, porque tocaba la guitarra (cuerdas de acero) con púa”.

 

Su primera juventud transcurrirá en un intenso trajinar entre la música tradicional margariteña, la música popular bailable, así como entre parrandas y fiestas vecinales. Su elección de por vida es la música y a ella se consagra: “Yo soy músico, porque yo quise ser músico. Primero por el acercamiento que tenia del hogar de músicos, y después porque a mí me gustaba la música”.

 

En uno de sus viajes a Caracas como mandolinista del grupo “Los Guaiqueríes” de Francisco Mata, cuenta la siguiente anécdota:

 

“…estando en Caracas –año 69-70- vino un grupo de Barquisimeto a grabar un disco, y el mandolinista tuvo un problema, parece que se enfermó… Entonces el director del grupo le preguntó al técnico de Discomoda por un mandolinista. El tipo le dijo: ‘por aquí hay un muchacho que toca con Francisco Mata. Vamos a llamarlo para ver si te sirve, a ver si te puede hacer el trabajo’. Me llamaron, cuando llegué allá el señor me sacó un papel de música, un arreglo, una partitura, entonces yo le dije: ‘!Cónchale yo conozco las notas pero no tengo esa velocidad para leer a primera vista! ¿Por qué usted no me tararea lo que está escrito aquí?’. El técnico puso la pieza y él me cantó la parte que tenía. Lo hizo tres veces, para la cuarta vez yo le dije al técnico: ‘Vamos a tratar de grabarla para ver’. Empezó a grabar y pasó la pieza. Cuando terminé, el hombre salió de los estudios de grabación así como espantado y me dice: ‘Pero, ¿cómo es posible? Tú has hecho eso conforme está escrito, sin pelar una nota. Mira, eso no puede ser. Eso es impresionante, yo nunca había visto eso…, usted es un fenómeno’. Yo no le di mucha importancia a la cosa”.

 

El maestro Valderrama distingue:

 

“La música tradicional de un Pueblo, de su folklore, es una cosa. Eso no se puede aprender sino a través de la vía oral, a través del entorno, a través de las vivencias del pueblo, y la música popular ya va un poco más elaborada. La música que nació en las ciudades es otra cosa, y la música académica, que es otra cosa”.

 

Su preocupación por las tradiciones populares será una constante:

 

Siempre se siente una especie de desprecio por la música de los pueblos, que yo no le veo ningún tipo de sentido, porque ese es un tipo de las formas en que el muchacho mentalmente pueda desarrollar su capacidad creativa…”.

 

Asimismo su dedicada labor investigativa y pedagógica:

 

“…, no existe en Margarita un Conservatorio o una escuela de música acorde con las circunstancias actuales. Uno hace lo que uno puede. En eso ha sido muy importante el trabajo que yo he venido desarrollando desde el punto de vista pedagógico, porque yo he aprendido una serie de cosas que se aprenden es trabajando directamente con los niños, buscándoles nuevas formas, buscándoles elementos por los cuales ellos puedan sentirse entusiasmados, buscando vías”.

 

Esa constante búsqueda de “algo deferente” ha caracterizado la vida y obra del maestro “Beto” Valderrama Patiño. Esa ha sido la fuente inagotable de su saber y de su esencia. Su terruño margariteño, su mar, su música y su poesía, se asoman con solo mirarlo, y cuando se descubre absorto al maestro “Beto”, lo sabe uno lejos, como volando, como buscando su propia huella, su propio destino:

 

“Siempre me he inclinado hacia Margarita, hacia las vivencias de mi isla, sin intención de querer hacer las cosas mejor que nadie, ni buscar con ello ninguna vía que me conduzca hacia el ‘estrellato’, como se dice en el mundo artístico. Sino, simplemente, de llenar un vacío interno de mi personalidad”.

 

Allí está su esencia, su entorno vivencial, su traumático nacimiento y su feliz encuentro con la poesía del alma de los pueblos, su lírica y sus sonidos. Hoy en su cumpleaños número 72 dejamos este sencillo pero sentido reconocimiento. Larga vida maestro “Beto”.




 

 

Alexander Lugo Rodríguez

30/07/2021


2 comentarios:

  1. ¡Bravo! Grandiosa reseña. ¡Gratitudes!
    Da un enorme gusto e inmensa satisfacción, como músicos, venezolanos, orientales y mandolinistas, leer de este gran maestro, virtuoso multi-instrumentista, prolijo compositor y emotivo poeta.
    Nos llamó gratamente la atención la muy precisa distinción que, a manera de continuum o gradación, señala el cumpleañero, entre la música de raíz tradicional (que, según subraya, debe aprenderse básicamente por vía de la tradición oral), la música popular de filiación urbano-citadina y, en tercer lugar, la música académico-sinfónica.
    Coincidimos totalmente con las opiniones acá expresadas acerca de las metódicas de trasmisión y motivación que tales saberes comportan y, en tal sentido, manifestamos nuestra gratitud tanto al cronista como al autor de "Paraguachoa" y "El margariteño", entre muchas otras formidables composiciones; así como nuestro respeto y admiración, puesto que mucho nos han inspirado sus discos como solista y como excepcional mandolinista acompañante.
    De una versión suya aprendimos, además, la muy sonora y edificante cuarteta (acompañada por él mismo a la bandola, con aire de malagueña margariteña) que, humildemente, quisiéramos enarbolar como consigna de vida frugal e ideal de sencilla existencia:
    "¿Qué necesita un hombre: casi nada,/ sino un bollo de pan que lo alimente,/ el amor de una dama que lo acoja,/ y un rayito de sol que lo caliente".
    Felicidades al gran Maestro cercadeño, y a Di-sonancias, por celebrarlo y compartir la fiesta de su aniversario.

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  2. Agradecido maestro! Sabias y sentidas sus palabras. De admiración a nuestra musical oriental y a su cultor margariteño de tanto saber como es nuestro qerido Beto. Denotan mucho conocimiento y sensiblidad.

    Abrazos!

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