Los
primeros antropólogos juzgaban las culturas de los otros pueblos con los
patrones de la suya propia, para ellos los pueblos exóticos eran salvajes,
estúpidos e inmorales. Esta visión etnocéntrica deformaba gravemente la imagen
de las otras culturas. "Una cultura sólo puede ser entendida desde dentro,
de acuerdo con sus propios principios, patrones y valores".
En las primeras líneas de Las Meditaciones
del Quijote, Ortega y Gasset propone una filosofía de la cultura cuyo
alcance nos llega hasta hoy, y define el tipo de nueva filosofía como una
filosofía del amor, que se sitúa en el centro de las cosas para llevarlas a su
plenitud, trata con esto de sacar la totalidad de sentido de cada situación.
Ortega maneja dos conceptos
de héroe; héroe es el creador de cultura. Pero el verdadero heroísmo es el que
es capaz de extraer sentido en lo más inmediato, la heroicidad es la creación
de cultura en lo inmediato. Así lo expresa en sus 'Meditaciones':
Todos,
en varia medida, somos héroes y todos suscitamos en torno humildes amores. Nada
impide el heroísmo —que es la actividad del espíritu—, tanto como considerarlo
adscrito a ciertos contenidos específicos de la vida. Es menester que donde
quiera subsista subterránea la posibilidad del heroísmo, y que todo hombre, si
golpea con vigor la tierra donde pisan sus plantas, espere que salte una
fuente.
Efraín Subero en Idea de la Hispanidad (1997), nos aclara
que “la diferenciación entre España y América empezó desde los primeros contactos,
registrada en el primer documento de la literatura hispanoamericana”, se
refiere al Diario y la Carta de Cristóbal Colón a Carlos V. En sus escritos, el
Almirante promulga para la posteridad el arquetipo de los nacidos en estas
tierras:
Son
gente de amor y sin codicia y convenibles para toda cosa, que certifico a
Vuestra Altezas que en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra.
Ellos aman a su prójimo como a sí mismos, y tienen un habla la más dulce del
mudo, y mansa, y siempre con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mujeres,
como su madre los parieron: más crean Vuestras Altezas que entre sí tienen
costumbres muy buenas, de una cierta manera tan continente que es placer de
verlo todo.
Sin embargo esta forma
“dulce y mansa” de nuestros pueblos originarios no significó nunca sometimiento
o servilismo con el invasor. En una conversa sobre nuestro instrumento nacional
El Cuatro, Alberto Arvelo Ramos (hijo
del poeta A. Arvelo Torrealba) le expresa a otro poeta amigo suyo (y mío) Ángel
Eduardo Acevedo:
Cuando
llegaron los españoles acá, Ángel Eduardo, a diferencia de lo que encontraron
en otras partes de América Latina, aquí no había gente de mando, gentes
superiores y gentes inferiores. Porque aquí no había Estado. Los Caribes que
poblaban casi toda Venezuela, y que poblaban la totalidad del llano no tenían
estado. Eran unas sociedades muy directamente relacionadas las unas con las
otras. Estas gentes que llegaron trajeron la imposición del señor sobre el
señoreado. He leído que no había en nuestras sociedades, como si había en
México y en Perú, unas estructuras de clases y sometimientos. Aquí no había
nada de eso, hubo de aprender la relación, eso de ser ‘acogotado’. Nuestros
indios no sabían cómo se ‘Jala Bola’, cómo decir ‘si mi Señor’. Por eso es que
fueron tan terriblemente difíciles de dominar y la conquista duró más de 100
años.
A finales del siglo XVII la
mayoría de quienes pueblan el territorio venezolano es ya mestiza. Lo español
de la península se asume recreado con conciencia localista. Comienza la
existencia de una nueva forma de vida colectiva, los perfiles de una sociedad
diferente, con acento propio, ecos peculiares y sensibilidades distintas. Se
trata de un tipo que desafía toda clasificación. No es indio ni negro, pero
tampoco español. Es en este momento histórico donde cuajan hondas pulsaciones
del que emerge resonando en colectivo, donde todo grito encuentra eco, donde
cada canto es coreado "a voces". Así lo expresa Carmelo Vilda:
La
cultura popular mestiza, nace al calor del alcohol con que muchos de sus
creadores aliviaron su alienación laboral, o como inspiración durante las
fiestas y celebraciones religiosas, Es anónima y colectiva. Surge al compás de
la música con explosiones repentistas. Las canciones transforman la métrica,
los aires musicales tuercen el compás, las danzas candencian los pasos
cortesanos.
El
Cuatro como instrumento de música y también de resistencia, de
luchas y sobre todo de identidad, nos define en cada vibración de sus cuerdas.
En su eco empieza a resonar una patria nueva. Aquella antigua “guitarrita” que
notaban los españoles como algo exótico y estentóreo, fue perseguida y
condenada porque ya anunciaba lo que venía de nacionalidad y de rebelión. Ángel
Eduardo Acevedo lo ve clarito:
Las
autoridades, así como habían hecho en la propia España, hicieron aquí pero con
más decisión, porque aquí eran más dominante. Somos europeos de orilla, de esta
otra orilla, entonces estaban ejerciendo la autoridad como colonizadores. Y
dijeron que no, que esa ‘guitarrita’ incitaba a cosas malas y malucas… (es
decir sabrosas), que se escondían, se atrincheraban. Es como si hubieran
presentido la guerra. Porque hay que entenderlo así: ladinismo, sinvergüenzura,
y rocheleo, y parranda, y bochinche y esas cosas. Y la fiestecita y la echadera
de broma, y la ‘mamadera de gallo’, que todavía no se llamaba así. Prefigurada
por la forma sensual de la guitarrita y eso provocó un decreto, que en las
noches esa guitarrita estaba echando mucha lavativa, que estaba pervirtiendo,
que estaba fomentando, estimulando malas mañas, malas costumbres, que era que
los hombres quieran a las mujeres, y las mujeres a los hombres.
Motivado por la crónica de
El Almirante Colón al Rey de España, Efraín Subero nos deja, a su vez, una
descripción de lo que somos, que recuerda a Ortega en Sus Meditaciones:
También
somos nosotros espontáneos y pintorescos, populares y realistas. También
nuestras obras geniales se resienten de atropellamiento porque amamos la
improvisación. En lo más profundo del alma hispanoamericana palpita un
quijotismo sin fronteras que pretende porfiar con el porfiao de aquí y de más
allá. Un quijotismo -hermosa forma de idealismo- que no teme enfrentar los
molinos de bronce que con frecuencia entraban la felicidad de nuestros pueblos.
Es el momento en que por
primera vez, una cultura se mira al espejo, se atiende a los detalles de la
conversa, del chisme, de las peculiaridades, en fin, "de las
manifestaciones menudas donde se revela la intimidad de una raza", (la
frase es de Ortega). O como lo diría Arnaldo Esté:
Nuestra
inmediatez es esta, somos los hombres del Caribe y de los Andes, de la Amazonia
y de estos Llanos. Somos hombres del Trópico, de este sol y de esta historia.
También es inmediatez la calle, la plaza y el camino al río. La conseja
familiar y el chisme. El toque del tambor y el chimbánguele. Aquella infinitud
de cosas que nos constituye y que sólo son notorias cuando se ausentan.
Otra vez Ángel Eduardo
Acevedo sabe mirar lejos:
Nosotros
nos averiguamos en las tripas animales de nosotros, en las tripas afectivas,
sentimentales, sensibles gustativas estéticamente, de las tripas profundas de nosotros.
Con ese Cuatro se honra el animal que hay en nosotros, al animal que me honra,
para que, al honrarse ese animal, vayamos de más en más, de bicho a gente.
Somos gente enaltecida por
el sentimiento.
Ni Súper Héroe ni Mujer
Maravilla…
¡Somos agua, somos mata, y
tierra
Somos cielo en El Caribe
Nube y pico en Los Andes
Somos mar y brisa en
Oriente
Y mineral y Sol de mediodía
en el Llano
Sabana, Selva y Tepuy
Y somos Universo!
Alexander Lugo Rodríguez
09 de agosto de 2024
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